martes, 11 de marzo de 2014

EL AMOR Y LA MUERTE.


Ha bastado un día de sol de una fastuosidad imprevisible, después de tanto tiempo de mordida invernal, para que todo el mundo haya salido a la calle de una manera ávida y destemplada.

Yo, de entrada, he pillado un trancazo muy principal. Por andar en camisa a dar un paseo.

La naturaleza acentúa nuestros impulsos, ¡qué ganas de salir! Pronto todos, hombres, mujeres, animales, plantas, despertarán a la luz, al sol, y a echar polvos al aire.

Muchos animales presentarán ahora sus mejores lecciones de canto. Pla sospechaba que hasta los peces van nadando y silbando.

Todos estos cantos son efusiones nacidas del amor , y del amor en su forma más pura, que es la que nos lleva a conservar la especie a prueba de bombas y pase lo que pase. Para conservar la especie hay que cantar y luego hacer lo que se presente en cada caso. Y si , encima, bailas, entonces eres irresistible. 

Esta presencia de la música y del canto en estos actos esenciales de la vida es un curioso misterio, hasta el punto que no se sabe si cantamos porque estamos enamorados o nos enamoramos porque cantamos.

Uno, que es un romántico incorregible, siempre ha cantado a las mujeres que amó o, al menos, que me gustaron. Lo que está claro es que parece evidente que las hembras se van con el que canta.

Se van cantando a conservar la especie; así, pues, los taciturnos no deben de conservar nada. Se reproducen poco, y por obligación.

Y algunos moriremos cantando, o eso quisiera.

Ya lo escribió el poeta “Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar, Y cantando he de llegar, al pie del eterno padre: Desde el vientre de mi madre, vine a este mundo a cantar" . 

 Y yo os digo que el amor que canta y la muerte son cosas tan acercadas, que parecen una misma cosa.


3 comentarios:

  1. Fantastico Suso! Los musicos somos irresistibles, que tengamos un dia exitoso,
    Montserrat caballe

    ResponderEliminar
  2. Nueva Orleans.
    09:00 de la mañana de un sábado.
    Sales de tomarte un café y te los encuentras de frente.
    Es un entierro. Delante va el coche funerario, detrás los familiares afligidos, y luego llega la vida. Los amigos, vecinos y allegados del finado, contratan una banda que toca una música sentida y bailada.
    Llámale jazz, charanga, música negra, africana o caribeña.

    Los amigos se despiden de los amigos; contoneándose en la calle, mientras acompañan al fiambre.

    El de dentro de la caja no baila.
    Pero sabe desde pequeño, la manera de irse de este mundo de forma adecuada.
    Y que sí, que el amor que anta y la muerte, parecen una misma cosa.


    ResponderEliminar
  3. Mi padre repetía mucho una frase: "Quien canta, su mal espanta" ¡Años me pasé preguntándome quién era la Malespanta esa que mi padre decía que cantaba!

    ResponderEliminar