Ha venido un alguien a pasar unos días
en Valladolid y se alojó en casa. Nuestra chabolilla es abierta ,
hospitalaria y acogedora. Sólo hay una condición para hospedarse
en ella: no hay cumplidos que valgan , estás como en tu casa, cada
uno lleva su vida, sin protocolos.
Yo, por ejemplo, gozo de siestas con el
placer de un gestante, así que nada de quedarme a acompañar el café
al invitado. Y si él disfruta del mismo deporte, pues se levanta y
a planchar la oreja.
Eso sí, en su cama.
Éste se ha levantado cabreado y con el
sueño enturbiado por el follón que han armado los gatos en celo. También por
el perro del vecino, que , envidioso de ver la orgía que se estaba
preparando a escasos metros de él, se ha puesto a ladrar
reprobando la inmoralidad de “Tía Carmen”, mi gata.
- Vivimos en una urbanización en
medio del campo, y es normal que gatos, perros, pedos de vecinos,
lloros de niños, pájaros en los canalones, nos acompañen...¡es
parte del paisaje!
- ¡Pues no sé como lo soportáis!
- Bueno, ya nos hemos
acostumbrado...yo , hoy, no podría soportar el ruido de un coche,
una bocina en la noche, o una sirena... y, probablemente, tú ni te
enterarías...hay ruidos, sin embargo, que por muy débiles que
sean, los escucharías como estridentes.
- ¿Por ejemplo?
- Un campesino iba paseando por el
paseo de Zorrilla, entre ruidos de coches, gente conversando,
bocinas, la ciudad en su ambiente...de repente se para, se acerca a
un hueco en una pared y observa un grillo...¡lo
había escuchado cantar en medio del alboroto urbano!...¿por qué?,
porque es sonido que reconoce del campo, mientras los demás seguían
sordos,a lo suyo.
- ¡Normal!- concluyó el huésped
intolerante al ruido de los gatos en celo.
- No terminé...cuando el campesino
dejó el grillo, se le cayó del bolsillo una moneda de un euro, y en el mismo momento que ésta tocó el suelo,
todo el mundo se giró a mirar qué ruido era ese, tan amable, tan
maravilloso, tan atractivo, que hacen las monedas al caer en el
suelo. ¡Bastante menos estridente que el de un grillo en el paseo
de Zorrilla!.¡ Esa moneda retumbó en los oídos urbanos como las campanas de una Catedral.
perfecto!!!!! sonrisa mañanera con la dichosa foto que pulula por las redes..... vaya personaje, genio y figura, no se si siento admiración o lástima
ResponderEliminarA mí me pasó lo mismo que al campesino pero lo que se me cayó fue un billete de cinco Euros. Lo perdí en el tumulto.
ResponderEliminarComo mi abuela, que sólo oía lo que quería. A menudo se hacía la sorda... A veces pienso que yo debería hacer lo mismo. ¡Cuantos disgustos me ahorraría!
ResponderEliminar