Me
escribes pidiendo una explicación a entradas del Barullo, y me
preguntas que “qué ha pasado contigo”, o sea, conmigo.
Pasar,
lo que se dice pasar , no ha pasado nada. Y cambiar, lo que se dice
cambiar, no he cambiado nada. Tal vez ahora respondo de mi como
nunca antes lo había hecho. Como sé por dónde vas, te diré que no
rezo nada, si a eso te refieres. No rezo nada en el sentido de que no
rezo como rezaba antes, que era lo mismo que no rezar.
Al
menos en mi caso. Me parece que en el tuyo también, pero sé que no
lo vas a reconocer porque estás convencido de la eficacia de tu
oración. Tú, lo mismo que yo antes, mueves mucho los labios, paseas
rosarios, pides por unos y por otros, pero estás muy lejos de Dios.
He
aprendido algo estos años. La verdad es que todo está en los
evangelios, no es nada nuevo, pero,¡ay!, ¡la ceguera!.
Está
en la oración del publicano. Está en el leproso que vuelve
agradecido , sin pedir nada. Está en María, que guardaba sus cosas
en el corazón. Está en el pobre Lázaro.
Es
decir, está en el silencio. Hay que ir muy al principio de cada
biografía para volver a empezar de verdad. Un consejo: deja de
rezar, cállate, y siéntete en ese silencio mirado por Dios, y
escuchado por Él. Ya sabe lo que te pasa y lo que necesitas.
De
eso va el Barullo desde hace años.
Y
no hagas más. Ya verás como , poco a poco, la vida interior, la
tuya, que tanto te preocupa en los demás, crece humilde. Y dejarás
de dar lecciones, y dar la murga. Pesao.
Estoy
convencido que piensas como yo que la profunda crisis que estamos
atravesando está, en buena parte, producida por un exceso de
verborrea. Los políticos hablan demasiado, los bancos nos han
engañado, los medios han generado falsas expectativas y nosotros
mismos llevamos muchos años subiendo el volumen de la televisión
para no escuchar la fertilidad creadora del silencio.
Pero,
¿y tú?. Haces media hora de oración por la mañana y por la tarde,
y sabes que eso no es oración, es un rollo que llevas allá dentro
donde hay de todo menos silencio. Reconócelo, tú no sabes rezar.
¿Cómo explicas que después de tantos años de oración sigas
ambicionando un buen puesto profesional, trepando para ascender a
toda costa?,¿cómo explicas la pobreza que vives tenga nombres
de marcas de moda, pijadas mil, modos de burgués, y tonterías que
un hombre de oración, si así fuera, iría poco a poco
desprendiéndose de ellas, y despreciándolas?.
Yo
creo que casi nadie sabe rezar.
Yo
tampoco. Lo que sí sé de mi es que cada vez me importa menos lo que
veo allá fuera, y sigo buscando en el silencio. Allí está el
camino si quieres llegar a alguna parte.
En una noche de insomnio, unos versos de Borges:
ResponderEliminarCristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
(...)
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?
Para tu salvación.
EliminarEse correo solo se le puede ocurrir a alguien que se considera, no solo en posesión de la verdad, si no superior a los demás y con derecho a juzgar las intenciones ajenas.
ResponderEliminarCuanto daño hace el sectarismo...
¡Si leyeras lo que me ha contestado, Manolo!
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