domingo, 23 de julio de 2017

CAMINO A MATILLA: DE TARAZONA A AGREDA

De  bien  pequeño  lo  aprendí. 

No  fui  un hijo  fácil, y  como alumno  , en fin...coleccionaba  castigos  tanto en casa  , como en el colegio. Los  del colegio, el Salvador  en Zaragoza, consistían en ir los sábados a estudiar  de  4 a  6  de la tarde. No recuerdo sábados  sin ir  galeras. 

Después, mi padre   me  llevaba  forzado -  no encuentro  otra  palabra- de excursión  con él. 

Cuando   alguien está preso en una mazmorra sin posibilidad alguna de escapar solo existe una forma de sentirse libre. Se pinta con la imaginación en la pared una ventana abierta de par en par en la que se vea un cielo con nubes blancas y un velero navegando un mar azul; te  imaginas  una  chica  guapa que  conozcas  de algo  , y  por  la  que  valga  la pena  dar   la vida. Te  encaramas   a esa ventana,  abres los brazos y echas a volar. Raptas a  la  chavala, subes al barco  y, ¡hala!, ¡a  la  aventura!

Eso  he hecho  siempre. Esa es  mi estrategia  para  vivir  feliz: soñar, aún sabiendo  que sólo es  un sueño. A  veces, pero  muy  pocas  veces,  ese  sueño se  ha  hecho realidad  y , entonces,¡ay, entonces!...¡ay  ,  joder,  entonces!: no  os  cuento  nada   porque  no lo  creeríais.

Voy  camino  de  Tarazona a  Agreda. 

Se  ha dulcificado  el paisaje. Es  gracias a   la  presencia  lejana del   Moncayo  , que se eri­za al amanecer  con un viruji fresquito Ese mismo  que por las tardes   se incen­dia en los atar­de­ce­res cár­de­nos de  esta  tierra a medio  camino entre  el  regadío  y   el   secano.

El pai­saje, la   imaginación, el sudor  animal , la soledad , he aquí la única ver­dad   esteparia   e inmu­ta­ble del  preso  que llevo  dentro.

Pero , ya  sabéis  el  truco.  En medio de  esta senda que  serpentea  por la linde de un regato , entre  sombras ,   he  pintado con la imaginación en la  tierra  un mar azul,  me  vi  subido a  un velero  de  lonas  blancas  y  panzudas  provocadas  por  un viento rabiosamente  alegre,   una  chica  guapa me   abraza la cintura  y  , ¡venga, palante!

Siete  horas   después, no sé  qué  ha sucedido, ni que hago en Soria.


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ESPACIO RADICAL; DE TARAZONA A AGREDA

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