domingo, 3 de diciembre de 2017

AMOR ACORTEZADO

El  origen del libro, radica en la corteza de los árboles, donde los antiguos griegos y romanos escribieron los primeros pensamientos y las primeras palabras de amor. Eso fue antes de  que se escribiera  sobre papiros.

Regresando  de Monte Perdido atraviesas un bosque de hayas  donde  encuentras    árboles grabados con corazones traspasados  por una flecha y las  iniciales, o  los nombres   , inscritos en la corteza a punta de navaja.

Particularmente  hermosos los tallados sobre la corteza  plateada de los abedules.

Uno también ha  grabado su nombre y el de 
alguna  mujer en algunos árboles de su vida. Ninguno llegó a  cuajar. Sin embargo,  un experto en botánica dentro de miles  de  años  podría descubrir  el tiempo exacto que ha transcurrido desde  aquel día  que  , loco y enfebrecido  de amor,  cincelé  aquel corazón.

Quizás, dentro de dos mil años, un poeta  se encuentre  con esa inscripción y le inspire una novela de amor  que le haga eterno e inmortal para la  literatura. Y seamos  protagonistas de una historia que esta vez sí  fue.

No cuajaron esos amores, pero allí están, en la corteza de un abedul. El tronco al crecer ha ensanchado y corroído los trazos, pero allí permanecerán por los siglos de los siglos. Muy cerca de ese árbol  en Ordesa corre el río Arazas alegre, fresco, cantarín, con aguas  recién desheladas  en los glaciares de las Tres Sorores, cuyo fluir  , como la vida, se ha llevado al  mar la memoria de ese amor.

Pero allí están nuestros nombres.

A veces perder es ganar y no encontrar lo que se busca es encontrarse.
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