En la acera comercial más mollar de sant Cugat , la que va desde el Monasterio hasta la Estación , entre tiendas de moda pija , restaurantes caros, perfumerías de diseño, hay una redada de policías.
Dos coches han parado a cachear un pordiosero postrado sobre una manta guarrísima que no serviría siquiera para cubrir el cadáver de un perro atropellado en la autopista.
Dos coches han parado a cachear un pordiosero postrado sobre una manta guarrísima que no serviría siquiera para cubrir el cadáver de un perro atropellado en la autopista.
El mendigo tiene pinta de padecer todas las enfermedades que habitan el cuarto mundo. Los policías lo cachean con guantes puestos , y cierta cara de repulsión. Cuatro polis , cuatro, frente a un hombre postrado que exhibe su desgracia esperando que la caridad caiga en una caja de cartón abierta a sus pies mugrientos.
Los ojos parecen salir de la órbitas, una mirada huidiza, una delgadez extrema. Está aturdido.
En ese momento la caja no contiene ni una sola moneda. Salen del Mercadona señoras con unos abrigos mollares, unos chavales se cruzan con unos monopatines, vuelven del trabajo hombres encorbatados , una madres pijas pasean sus niños en carritos , y llevan bolsas de tiendas de la zona.
Uno de los policías rebusca entre los enseres de una bolsa y saca con cara de asco un cazo de peltre.
En ese instante, a ese retablo de dolores , harto de tanta parafernalia , le entran ganas de hacer mear. Se despereza, se levanta , los policías dan un paso atrás.
- ¿Puedo ir a cambiar el aceite a las olivas?...es que me estoy meando- dice con una voz pastosa y alelada.
Y sin que nadie le dé permiso se introduce en un bar regentado por chinos. Antes de cruzar la puerta , el mendigo le grita a los municipales: "¡Eh, tíos, echadme un ojo a la manta!".
Los tíos, gafas oscuras, de impecable uniforme azul oscuro y amarillo ,sus botas negras , la gorra encasquetada , se quedan mirándose entre ellos con una perplejidad maravillosa.
El mundo al revés. Un perfumado y aseado gentío pasa por esa avenida comercial y ninguno percibe que es atentamente vigilado por cuatro atentos policías por si a algunos de ellos se les ocurre robarle la manta a un pordiosero.
Regresa el colegui a su manta con una mancha de orín en medio de la bragueta y comprueba que no falta nada.
Cada uno defiende sus joyas, que pueden ser diamantes o mierda.
Los policías se van , no sin antes pedir al gueropa que abandone el lugar.
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Ayer vi Coco. Una obra maestra, ¡otra!, de Disney & Pixar. Muyyyyyyyy recomendable.
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Ayer vi Coco. Una obra maestra, ¡otra!, de Disney & Pixar. Muyyyyyyyy recomendable.
En Barcelona hay muchas mafias de rumanos que se dedican profesionalmente a mendigar. Con estos no se atreven los Mossos ni la Guardia Urbana. Solo se meten con los de aquí, que no tienen la protección del hampa ni tienen a nadie que unte al poder por sus esquinas.
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