lunes, 11 de diciembre de 2017

UN MENDIGO EN SANT CUGAT

En la acera comercial más  mollar de sant Cugat  , la que va desde el  Monasterio hasta la Estación , entre tiendas de moda  pija , restaurantes caros, perfumerías de  diseño, hay  una redada  de  policías.

Dos coches  han parado  a cachear un pordiosero postrado sobre una manta guarrísima  que no serviría siquiera para cubrir el  cadáver de un perro atropellado en la autopista.

El mendigo tiene  pinta  de padecer  todas  las enfermedades  que  habitan el cuarto mundo. Los policías lo cachean  con   guantes  puestos , y cierta cara de repulsión. Cuatro polis  , cuatro, frente a un hombre postrado  que exhibe  su desgracia esperando que la caridad caiga en una caja de cartón abierta a sus pies  mugrientos. 

Los ojos parecen salir de la órbitas, una mirada  huidiza, una delgadez extrema. Está aturdido. 

En ese momento la caja no contiene ni una sola moneda. Salen  del Mercadona  señoras  con unos abrigos mollares,   unos  chavales se  cruzan  con unos monopatines, vuelven del trabajo hombres  encorbatados  , una madres pijas pasean sus  niños en carritos , y  llevan  bolsas de tiendas de la zona. 

Uno de  los  policías  rebusca entre  los enseres  de una bolsa  y saca con cara de asco un cazo  de peltre. 

En ese instante, a ese retablo de dolores  , harto de tanta parafernalia  ,  le entran ganas de hacer mear. Se  despereza,  se levanta  , los policías dan un paso atrás. 

- ¿Puedo ir a cambiar el aceite a las olivas?...es  que me estoy  meando- dice  con una voz pastosa y alelada. 

Y sin que nadie  le dé permiso se introduce   en un bar regentado  por chinos. Antes de cruzar  la puerta , el mendigo le grita a los  municipales:  "¡Eh, tíos, echadme un ojo a la manta!". 

Los tíos, gafas oscuras, de impecable  uniforme  azul oscuro y amarillo ,sus botas negras , la gorra  encasquetada , se  quedan mirándose entre ellos  con una perplejidad  maravillosa.

 El  mundo  al  revés. Un perfumado y  aseado gentío  pasa por esa avenida  comercial  y ninguno percibe que es atentamente vigilado  por cuatro atentos policías   por si a  algunos de ellos  se  les ocurre   robarle la manta a un pordiosero. 

Regresa  el colegui a  su manta con una  mancha de orín en medio de la bragueta y comprueba que no falta nada.   

Cada uno defiende sus joyas, que pueden ser diamantes o mierda.

Los policías  se van , no sin antes pedir al gueropa que abandone  el  lugar.

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Ayer vi  Coco. Una obra  maestra, ¡otra!, de Disney & Pixar.  Muyyyyyyyy   recomendable.





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AQUÍ MI FEISBÚK.

1 comentario:

  1. En Barcelona hay muchas mafias de rumanos que se dedican profesionalmente a mendigar. Con estos no se atreven los Mossos ni la Guardia Urbana. Solo se meten con los de aquí, que no tienen la protección del hampa ni tienen a nadie que unte al poder por sus esquinas.

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