Del elevado número de evangelios escritos en la Antigüedad, sólo cuatro fueron aceptados por la Iglesia y considerados canónicos.
Sin embargo, se escribieron decenas de ellos , y se perdieron muchos más. Imagino que muchos de los discípulos que conocieron a Jesús escribirían y narrarían esa experiencia intensa y maravillosa. Es algo muy habitual. ¿Quién no ha escrito unas páginas después de estar con una persona que ha cambiado tu vida?.
Yo lo hice con Manuela. Y escribí muchas cartas y cuadernos de personas que se cruzaron en mi vida. Después de estar meses cuidando de Jaume escribí una memoria de esas fechas tan decisivas para mi. Las entregué a quien debía, y vete a saber qué hicieron de ella.
Imagino las cabras de Jerusalem, o de algún poblado de Asia Menor, o de Roma devorando gran cantidad de papiros, que contenían profundas enseñanzas de esa gente, o de otras, largos viajes, historias apasionantes. Habrá cartas de judíos de aquel Sanedrín, o de centuriones que asistieron a los hechos que narran los evangelios contados desde su punto de vista.
En ignoradas vasijas se pudrieron muchos versos de canciones que cantaban en sus fiestas . Son innumerables los textos de autores clásicos que se han extraviado, y a ese destino se unen las palabras de los sabios pronunciadas bajo los pórticos que el viento disolvió. ¿Cómo sería la voz de trueno Jesús echando del templo a los mercaderes , de María, de Pablo, de Pilatos...?
Con toda seguridad existen aún en oscuras cavernas del desierto pergaminos esperando todavía a un pastor deslumbrado, y en ellos tal vez están grabadas las reglas de una mística hoy desconocida. A veces pienso que Satanás , mientras esperaba tentar a Jesús, en esos cuarenta días y cuarenta noches, escribiría su plan para preparar la caída del Redentor. Lucifer no tenía claro si Jesús era el Mesías.
Desaparecieron también las mazmorras donde en legajos nunca leídos se guardan historias de amor. Escrituras no reveladas, voces secretas y documentos inexplorados se pudren al otro lado de la memoria. El viento trae todavía por el seno de los barrancos, junto con el sonido de las chicharras, los gritos de los profetas que se perdieron. Profetas que no tienen nombre.
Ha habido otros versos de Lope de Vega , otras novelas de Cervantes, otras partituras de Mozart , confundidos con el polvo. ¿Cuántos asesinos anónimos alcanzaron los altares y los veneramos
Esto me recuerda a Baudolino, de Umberto Eco :)
ResponderEliminarSaludos,
Tero