Los rostros que miro en la calle, en el tren , las fotografías que hago, son como el agua de una fuente. Acerco mi cara a ellos para refrescarme. No existe ninguna diferencia entre la fotografía, la oración, la lectura y la escritura.
Me bebo y me reflejo en este barullo.
Al salir de Ferrocarriles en Sarriá ando al menos una vez caminos nuevos cada semana. Seguir, aunque sólo sea un día,media hora distinta que aquél que marca la rutina.
Paseo y descubro una mirada, un gesto, un guiño que parece el zapato que le faltaba al pie de Cenicienta. Y a partir de allí, ¡ a seguir buscando!
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