Hace un año estaba viendo en una pensión , durante el Camino de Santiago, "Cinema Paradiso".
No fue la historia la que me conmovió. Ya la conocía. Fue el rostro del ciego y viejo Salvatore, intenso , triste, de una ternura maravillosa aconsejando a Totó que se vaya de Giancalo, el pueblo...
“La vida no es como la has visto en el cine, la vida es más difícil. ¡Márchate! ¡Regresa a Roma! Eres joven, el mundo es tuyo, yo ya soy viejo, no quiero oírte más, sólo quiero oír hablar de ti.”.
Al ver ese rostro se desencadenó también en mi una de esas contradicciones que me han acompañado siempre.
Por un instante comprendí que mis inquietudes, mis añoranzas, mis desequilibrios , mis melancolías, se debían a terminar como ese Totó joven , de no ser capaz de romper con esa empresa a la que estaba atado, esas costumbres de corral en la que me sentía atrapado por la estrechez porcina de un cultivador de bonsáis.
Y esa misma tarde tomé la decisión de abandonar, antes o después , esa vida.
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