miércoles, 19 de agosto de 2020

JUGAR.

Con toda seguridad, si mis padres no se hubiesen casado, rompiendo con los qué dirán, los prejuicios, los miedos, las resistencias sociales, las profecías de sus rejalgares familiares, no sería como soy.

Me refiero a estar como una puta  cabra.

Y si mi padre no me hubiese hablado del campo y de las montañas con el entusiasmo que le llevaba al arrebato. Si no hubiera leído esos tebeos, o esa colección de clásicos juveniles, o visto esas películas donde al salir del cine me decía " eso lo haré yo".

Y " eso" era imitar los caretos de Jerry Lewis,  los gestos de Louis de Funnes,  o andar como Wayne, besar como Bogart, o meterme en cualquiera de los guiones que vi en la oscuridad.

Si mi padre no hubiera propiciado abrir la imaginación con lecturas maravillosas que realmente te atan la cabeza y te atan el corazón, pues probablemente no hubiese hecho las gilipolleces que he hecho.

 ¿Y esas gilipolleces qué me aportaron? Pues, casi nada, ¡lo mejor de la vida! El conocimiento de que soy animal finito y mortal, débil, y que esto dura muy poquito. Y sin embargo puedo hacer un montón de cosas. Por ejemplo, lo que imaginé, que no es poco. 

Y aquel niño de  Barrio de Lasierra Purroy ha hecho sus cosas...¡para qué sacarla a ver quién la tiene más grande!.  Hice lo que hice, y punto.

Y si me preguntas qué hice te diré que " jugar".

Hay un montón de cosas que tienen que ver con la vida y todas ellas saludables. No hay nada más saludable que caminar por un bosque, saltar un arroyo, sentirte un niño. Jugar. Jugar como cuando éramos pequeños. Y cantar. Y contar chistes. Y reír. Y enamorar. Y enamorarse. 

Yo sólo he jugado.






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