Hay mucho listillo que sabe relacionar muy bien dos coordenadas que debidamente aplicadas a la gente la dejan, literalmente, con la baba y la fregona. Y estas coordenadas son la ilusión y la felicidad. Te voy a emocionar tanto tanto, que vas a creer que eres feliz. Más aún: que a mí lo que más me preocupa es tu felicidad.
Y nos lo creemos. Muy pocos se resisten a dejar de confiar en esos líderes porque eso significa el derrumbamiento de nuestra propia concepción del mundo y, por tanto, el tener que buscar la costosa obligación de sustituir esa creencia por otra nueva. Es jodido andar tu propio camino lejos de las autopistas de la “libertad” donde nadie se atreve a conducir sin cadenas (Sabina).
Te prometo, y te doy la felicidad, a cambio de votos: confía en mí.
Pedro Sánchez repite hasta la saciedad que trabaja para que la “ gente sea más feliz”. ¡Coño, gracias!:¡¡¡quiero ser feliz!!!.
Todos predican lo mismo, y con la misma condición: serás feliz ( porque yo es lo que quiero de ti) si me votas, si estás conmigo. Confía en mi.
Esto de la felicidad prometida a mi me parece una chufla. Tengo un amiguete que se muere por el fútbol, y por la tarde se ve los deportes de la 1, los de Antena 3, Tele 5, la Cuatro, la Sexta, las tertulias deportivas de la noche...
No sé si piensa que el Madrid en la 1 ha ganado, y en Antena 3 empatado, y en la Sexta Florentino Pérez se ha liado con el linier del colegio manchego. Algo espera mi cuñado, que nunca llega. Quiero decir que si el Madrid gana en la 1, ¡coño!, resulta que también lo hace en Antena 3.
Qué cosas.
Porque, vamos, es que siempre es lo mismo: mismos goles, mismas declaraciones en el vestuario, mismos comentarios.
Pues eso es la felicidad para muchos: la misma historia repetida.
Pero, ¿qué sucede si a uno no le interesa tu felicidad?, ¿si me importa nada lo que tú hagas para que yo sea feliz?
¿Qué pasa si mi manera de ser feliz no es la tuya?
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