jueves, 13 de agosto de 2020

UN HOMENAJE : HISTORIA DE MARISOLES.

Mi padre, ya lo conté, fue desheredado por casarse con mi madre. La historia fue muy dura.

Se casaron en una misa de ocho, de un día cualquiera. Nadie de los Mendive asistió. Y de la familia de mi madre , sus padres y algún hermano.  Tuvieron que pedir firmas de testigos entre los asistentes. la celebración fue un desayuno.

Los Mendive se lo perdieron. Mi padre murió desheredado, sin embargo, su vida fue maravillosa.  Ellos se quedaron con sus tierras, su escudo, su triste y pequeña historia mitificada, su dinero. Se pasaron años y años matando moscas en un despacho gris , entre vapores de vino, currando como un cabrón mientras le llamaban " el amo". Años de rutina, de boina negra. El luto  de esa boina les daba un sentido y fue llenando sus vidas, y así quedaron inscritos en la pequeña crónica de Liédena.  Enlutados sin motivo, ancianos envejecidos sin serlo, desaprovechados y  consumidos en su codicia.

Y practicando su oficio de  negrura se fueron empequeñeciendo hasta el final de todo.

Hoy están enterrados en el mausoleo del cementerio de Liédena.

Mi padre no. Sigue desheredado.  

Después  de la boda tuvieron que empezar de cero. Una vida dura , cuando  se está enamorado, no es una vida dura. Mis  padres se querían,¡ y de qué manera!

Estoy convencido  que buena parte de los  valores los llevo  de mis padre Todos sus hijos tenemos un sentido de la libertad, del amor, de la vida, muy rebelde y muy nuestro.

Cuenta mi madre que en aquel primer año mi padre viajó a Bilbao buscando trabajo . Paró a comer en un restaurante de carretera. Allí se sentó al lado de un hombre. Era ciego. Sintió el invidente  el pesar que llevaba, la incertidumbre, la soledad, el destino incierto. Y hablaron. 

Aquel hombre había tenido una vida muy difícil. Escuchó la confidencia desesperada  de mi padre, que no tenía donde vivir, ni en qué trabajar. 

- No se preocupe. Dios está con usted. Llame a este teléfono. Es mi hermana. Ella le ayudará.

Efectivamente. Le encontró  un piso. Le pagó los dos primeros meses del alquiler, un cuarto en alquiler con derecho a cocina. Y mis padres pudieron empezar.

Allí nació mi hermana.

Un año después fueron a vivir a Zaragoza.

Hace unos días fueron mi madre y mi hermana a Bilbao y se fotografiaron en la entrada de esa primera casa, donde nació.

Mi padre, a ojos de algunas personas, pudo ser un perdedor. Un hombre que apostó mal, que equivocó su destino. Era un soñador.   Era justo lo contrario. Lo que buscaba era la vida. Lo que buscaba le trascendía. Tenía que ver con la vida en mayúscula, tenía que ver con la utilidad de esas cosas, la belleza de lo pequeño.

Su sentido de la vida se basaba en la libertad, en ese viaje que comienzas  sin saber cuándo vas a volver, o cómo.  Quedarte en el sitio si te quieres quedar. Vivir con la gente a la que vas. Buscar la diferencia. Se entusiasmaba . Quiero decir que hay gente que va los  sitios queriendo buscar la misma comida que tenemos aquí, los mismos hoteles que tenemos aquí, los mismos paisajes, los mismos caminos… Y se enfadan si no lo encuentran. 

Ese hombre, mi padre, buscaba otra cosa. Y sus hallazgos  lo enriquecieron mucho más que lo que los Mendive - Dios los tenga en su inodoro-  pudieran darle.

Por cierto,  que nuestros padres jamás  expresaron crítica alguna sobre su vida. 

Aquí , mi madre y Marisol, en el portal de Bilbao, sesenta y cuatro años derspués.







1 comentario:

  1. Bonito homenaje al padre. El mío, entre otras sabias sentencias, decía en estos casos que el cretino de turno era tan pobre, que sólo tenía dinero.

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