A muchos nos seducen esos solitarios
del cine, esos tipos que están de paso, que viajan de polizones de
un tren, y cuyo álbum de fotos está en sus pupilas reflejando la
mirada de otras, o de otros.
Son el Estwood del “Jinete Pálido”,
o el Shane de “Raíces profundas”, el Wayne de "Centauros del desierto"...¡son tantos!.
Eso es lo que nos atrae, pero la vida
desemboca en biografías muy del montón. En nuestra agonía
recordaremos aterrados que nuestra mayor proeza fue cruzar un
semáforo en rojo una madrugada que nadie nos vio, o haberle dicho a
nuestro jefe a la cara después de pedirle un aumento , después de
diez años presionado por tu señora...“ pero si no puede ser, lo
entenderé, señor”. Aquello sí que fue la leche.
Eso que en el Oeste llamaban “la
frontera”, no era un territorio, o un mapa administrativo. Es una
forma de ser, se lleva dentro. Puedes estar impartiendo clases,
recetando, o en la cola del Froiz, y ser uno de esos que te colocas
la estrella del sherif que acabas de eliminar, y ser la ley.
El Barullo tiene bastante de eso. Es
una frontera. Al menos para mi. Es una recreación de esos solitarios
y de la rebeldía contra esas cosas que no me gustan, o que sí. Y
las comparto.
Puedes desertar de la rutina si coges
20 leurazos de gasolina y te pierdes con Van Morrison regalándote
una escapada hacia ninguna parte: Arroyo, Ciguñuela, Wamba...los
montes Torozos. Y te olvidas de todas las ortopedias de tu vida, de
tu jefe, de esos clientes, de la mierda de vida que llevas.
Y aparcas en la plaza de un pueblín
donde te sientes forastero porque no te conoce nadie, y saboreas una
cerveza con la maravillosa sensación de ser un extraño lejos de
casa. O Hans Solo en la Taberna de Moss Easly, allá por Tattoine.
Algunos se atreven a más, y cruzan la
frontera a terrenos muy peligrosos...
Todos tenemos un lado oscuro, como
sangre heredada de otro idioma, una genética que nos viene de
Caín.
Lo tremendo es conformarnos con
convertir nuestros sueños en silencios de angustias rumiadas que
anuncian un ictus, en algo que nadie sabrá jamás de nosotros, en
resignación y frustraciones.
¡Dios!, acabarás tus días con la
amarga sensación de no haberte quitado nunca el pijama de rayas y
pasear desnudo al menos por tu casa.
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Aparcar en la plaza de Dakota de Los IInfantes, entrar en el bar Manolo y pedirle un cafe cortado a la camarera de los ojos verdes transparentes.
ResponderEliminarY mientras ojeas el AS, sentir que la mañana se ilumina.
Con la luz de dos esmeraldas puras.
Para mí el epítome del heroe solitario que describes es Martín Fierro. (Me encata ese poema):
ResponderEliminarhttp://www.literatura.org/Fierro/mf1.html
Tu muchas veces me lo recuerdas
Pues muchas gracias,C.S.
ResponderEliminarQuizá una "biografía muy del montón" no tenga mucho que ver con lo que se ha vivido (en nuestro imaginario vivir es exclusivamente externo y ser feliz se identifica con dinero). A veces nos "escapamos" de la realidad -la rechazamos- con una novela o con nuestra imaginación. Espronceda se veía como un pirata rebelde, y cada uno de nosotros tiene su personaje.
ResponderEliminarEn mi opinión, es muy sano hacerlo, por ejemplo, a través del barullo (Camus decía que escribía para escapar del crimen). Pero una vida artificiosa que solo piensa en el efecto que producirá en los demás, como se ven tantas, es un rasgo neurótico, un rechazo de si mismo.
La entrevista del papa Francisco antes de ser papa en Argentina trae un comentario extenso del poema Martín Fierro con consideraciones acojonantes que han de crujir esquemas abandonados de auienes ponen pueltas al campo
ResponderEliminar¿si?...¿y qué cuenta?
EliminarJekyll, te extrañábamos!
ResponderEliminarCS, es otro punto de vista del tema del fútbol que supera la visión bética y partidista em general
ResponderEliminarEsta entrada me trae recuerdos de mi viaje por California y Dakota. Allí descubrí mi parte intrépida, heróica. Dicen que tengo algo de californiano.
ResponderEliminarEgg
De eso nada Egg. Eres españolito como Alfredo Landa, o más.
ResponderEliminarEgg es el tonto del pueblo de toda la vida, pero en versión cibernética.
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