Mi padre me inoculo, ¡de qué manera !, un amor muy grande por la libertad. Vibraba hablando de rebelarse ante las injusticias. «Hay que levantarse, señalar al poderoso con el dedo, y gritarle " ¡no señor, eso no está bien!"
Le gustaba mucho jugar a pelota mano . Y hablaba de "volear".
Volear es darle a la pelota antes de que toque en el suelo.
Y él decía: «Tienes que ser voleador de vida. Cuando veas una injusticia, no te quedes quieto. No pienses en ti. Tienes que aprovechar esa energía que te da el mundo para para volear».
Y muy poca gente volea. La gente no quiere meterse en líos.
En la empresa última que trabajé sus propietarios jugaban a poli bueno y poli malo. Uno de ellos era un hombre ciclotímico, inestable , le saltaba la pinza con frecuencia. La gente le tenía miedo. Pagaban mal, en negro.
La gente de dentro actuaba como los monos de Gibraltar.
Y voleé, ¡vaya si lo hice!
Yo creo que, al final, no es ser más bueno sino creer o no creer en este mundo.
Porque todo depende en si crees o no crees en este mundo, no hay más.
Yo creo en este mundo. Creo que la gente es buena. Confío en las personas, confío en los desconocidos.
Pero hay gente que parece que algo les ha sucedido que se han vuelto egoístas y, sobretodo, se han vuelto oscuros.
Y, esa oscuridad, estoy convencido , hace que esta gente intenten conseguir que no seas libre.
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