Desde pequeños vivimos rodeados de prejuicios y de unos caminos marcados que nos indican por dónde debemos ir para ser lo que se espera de nosotros.
Lo que otros esperan, claro.
“Fulanito no es buena compañía”, “estudia esto, que te irá mejor”, " tú serás el hereu " “llevas el pelo muy largo, peínate”, “eso es una locura”…
Son consejos tan llenos de prejuicios que vienen de personas que, aunque nos quieren, muchas veces no saben de lo que están hablando y nos conocen menos de lo que creen.
Es como si te hubiesen sacado de una cadena de montaje , como a la mayoría, encajándote el parachoques, los faros y las luces, la chapa y la pintura.
Es como si te hubiesen sacado de una cadena de montaje , como a la mayoría, encajándote el parachoques, los faros y las luces, la chapa y la pintura.
En el caso de aceptar esos consejos para agradar a los demás y quedar bien , es cuestión de tiempo que los mandes a la porra y reniegues de todo. Petarás.
Y cuando vas por libre empiezas a vivir de verdad tropezando, cayendo y levantándote, cometiendo locuras inolvidables y errores que no lo son tanto, tomando decisiones, celebrando aciertos, atesorando secretos, llorando decepciones y fabricando recuerdos.
Sin prejuicios es como vives tu propia vida y vas conociendo eso que te hubieras perdido de seguir ciegamente los caminos marcados por papi, mami , o quien sea.
El “porque sí” y “porque no” ya son razones de peso, en el que si te hace feliz te vale y en el que las ganas ganan a los miedos.
Y si sale bien, pues vale. Y si no, pues vale.
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