Se ha dicho de muchas maneras. Eso de que no mueres mientras permanece en la memoria de otros y, en cierto modo es así.
Por eso hay tantas personas en nuestras vidas que son inmortales porque siguen estando presentes en la memoria y en el corazón.
A mi me ha sucedido con mi padre , con el que me costó entenderme. Ese proceso de atravesar el silencio que dejó , de desenredar las tramas que tejieron su personalidad, que es la mía, es una manera de traer su vida de nuevo a la vida, eso nos ofrece más claridad sobre y conocimiento de uno.
Ellos ya no están pero dejaron aquí sus actos. Incluso los que no entendimos.
Me considero creyente, aunque he de reconocer que a veces tengo mis dudas, y que mi fe se ha ido desprendiendo de muchas tonterías. Ya no me cabe el traje de de primera comunión y sus verdades . Todo es mucho más sencillo.
La única vida que tenemos es esta. Un viaje de ida que desconocemos la stazione termini , y pienso que no es mala idea ir creando nuestra propia parcela de inmortalidad al igual que otras personas se han hecho de alguna forma inmortales en nosotros.
No me refiero a esas que parece que debemos querer o admirar, padres , hermanos, esposa o hijos, que sí, pero no.
Para muchos esos vínculos no son tan fuertes ni ese amor tan real sino una mera costumbre y hasta que no logran salir de ese convencionalismo andan en tierra de nadie.
¿Por qué nos sentimos tan mal cuando no queremos a quien se supone debemos querer? ¿Por qué nos juzgamos y buscamos el fallo en nosotros y no pensamos que, sencillamente, una cosa es la costumbre y el cariño y otra el amor real? Nos sentimos malos hijos, malos hermanos o malos familiares por no sentir como parece que siente el resto.
Lo que no sabemos es si realmente el resto siente ese afecto profundo de verdad o está representando el papel que le asignaron en un principio. Conozco familias que dan un poco de cosa nadar en la ciénaga de sus intereses.
Tenemos personalidad propia. Las potencias del alma son tres, memoria, entendimiento y voluntad, y con las de los demás se convive, se malvive, se ama o se odia, se juega o se pelea, , se escribe la historia.
Y esa personalidad también se ha ido formando y completando con lo que otros han ido dejando en nuestra vida. Son esas personas importantes, sean quienes sean y lleguen a nuestra vida en el momento en que lleguen, que han sido capaces de dejarnos una huella imborrable que quedará en nosotros hasta el final de nuestros días; esa será su parte inmortal.
Y siguen viviendo una parte de los que ya no están, forman parte de lo que somos y, probablemente, nosotros seguiremos manteniendo esa inmortalidad al transmitírselo a otros.
Me gusta pensar que esas personas que tan importantes fueron para mí, que tanto lloré cuando fallecieron y a las que tanto echo de menos, nunca se han ido del todo por lo que han dejado en mí. Ahí se hicieron inmortales aunque ellos nunca fueran conscientes.
No basta con plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo porque puede que el árbol se seque, que nadie lea el libro y que el hijo se entregue en celibato apostólico y no quiera saber nada de nosotros. Se trata de dejar huella sin pisar, recuerdos imborrables, principios que no acaben y promesas cumplidas; que tengamos siempre una habitación con vistas en el recuerdo de quien nos quiso sin obligaciones ni ataduras sino con los vínculos más reales y fuertes que son los que forja la libertad.
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