Pobrecito.
¿ Te crees que es fácil recomponer los trozos de tu Suso roto, uno a uno, a la misma velocidad de esos puzles que se venden en los chinos, con sus piezas exactas y el modelo original a la vista?
No. Un ser humano como tú, con sus doscientos huesitos y seiscientos musculitos y los kilómetros de nervios, y la sangre, y las cicatrices, y el cerebro de chorlito balanceándose dentro de tu cuerpo, cuando se cae y se rompe, y se desparrama todo, nunca encuentra todas las piezas en el suelo.
Te pongas como te pongas por más que busques y por más que mires aquí y allá. Y las que encuentras ya no encajan por culpa del golpe.
¿Y además cuál es el modelo que quieres recuperar, a ver, acaso puedes recordar bien el adulto que eras antes de romperte? ¡ Si vivías a una velocidad que no eras capaz de saber qué llevabas contigo!
Te diré más: ¿acaso fuiste alguna vez un adulto entero, sin ningún golpe siquiera, acaso existió ese adulto completo? ¡ Pero si estabas a medio cocer !
Recomponer un adulto roto con un cerebro tan chutao y tan cambiante como el tuyo puede ser muy divertido.
¿Y estás seguro de que vale la pena pegar y recomponer todo ese tú de mierda? ¡Si sabrás tú ni medio centímetro sobre ti mismo!
¿Y si lo dejas estar y vuelves a empezar con lo que puedas recoger de esa parte que hay en el suelo?
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