viernes, 26 de junio de 2020

QUEDE CLARO.

Tenemos móviles y tablets que son el no va a más. 

Hablamos, vemos, compramos, aprendemos, leemos y hasta hay quien se enamora  a través de ellos. 

Hasta  hace nada tenía una pobre mujer, lectora de esta página, que pensaba que lo que yo escribía aquí era pensando en ella. ¡ Como una cabra!

Tras una pantalla  todo es posible y detrás se esconde lo que nunca habíamos imaginado y lo que nunca habríamos querido imaginar. Te acosa una doña que no te conoce y no conoces de nada y  cree que  estás enamorado , hasta tal punto, que está convencida de su apuesta: romperás con tu familia, con tu pareja, y te irás con ella, que tiene su pareja y su familia.

¡Dios, qué cabeza!

Estamos a un click del mundo, pero la realidad es que estamos más cerca aún  de quien tenemos al lado. Sí, que tiene nombre, y que nos quiere. ¡Como para que venga un ser  virtual a decirte...¿qué?

Conectamos a diario con ese mundo cada vez más grande mientras el nuestro se va haciendo cada vez más pequeño. Controlamos perfectamente ese mundo exterior mientras abandonamos el nuestro interior. Tenemos miles de amigos y seguidores de cualquier parte del globo y sabemos la vida y milagros de personas que están al otro lado de la pantalla, pero la verdad es que nunca hemos estado más solos. 

Y yo , que te quede claro , tía, no pienso estar más solo. 

El individualismo, la frustración, la falsedad, la apariencia, campan a sus anchas escondidas tras likes, emoticonos y palabras de admiración y amistad que son una puta mentira.

Hemos cambiado los amores de barra por los de pantalla, leemos en vez de escuchar una voz y creemos conocer a quien no sabemos si existe. Nos sentimos especiales en ese mundo virtual por tener muchos amigos a los que no podemos tocar, pero cuando apagamos el móvil nos quedamos a oscuras.

Quede claro: este blog, el Facebook donde me paseo, o el Instagram , para mi son sólo una manera de pasarlo bien.  El ser hacia afuera no me hace  olvidar lo que soy,  lo virtual no es mi realidad , y  que a un click sé que tengo el mundo tras una pantalla, pero el cristal no toca ni sonríe, ni me escucha ni  ama.


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