Pienso como un pringao, visto como un pringao y hasta camino como un pringao, con andares cheposos, pero no soy un pringao.
No lo soy porque conservo la necesidad de que me miren, de dar el cante, de contar con un auditorio que me aplauda o me riña o me tire cacahuetes.
Y así ha sido desde bien pequeño. Que le voy a hacer. Es de cuna.
Hasta un punto , porque hay un "hasta aquí llegó la riada", ojo: no vale todo, ni me sirve cualquier cacahué, ni palmaditas en la espalda, o hacer reír a gilipollas ...por un quítame allá unas pajas, lo que se dice por nada, he mandado a tomal pol saco presentes que me han llevado a volver a empezar por gilipollas. Esta vez sí, por gilipollas yo.
Una vez fui llamado al despacho de una alta directora de Fomento.La señora estaba mosca conmigo por el cachondeo que le había liado en una reunión de subdirectores de todos los colegios de Primaria del grupo. Ella dirigía todos los proyectos educativos. Unos proyectos ideados por una ameba. Y no sigo que me enciendo. Me llama a su despacho, digo, y me hace sentar. Sonríe. Es de esas mujeres que al sonreír se le araña la cara avinagrada y se le forman una arrugas cuarteadas , como la tierra de los Monegros. Me mira de hito en hito. Como si me encomendase. Yo espero sentado, como un vaquero en medio de la calle, con las manos en las culatas de mi revolver, " ¡saca, saca!" , pienso. Y dispara:
- ¿ Tú crees en el Proyecto, Suso?
Silencio. Esa pregunta no tenía más que dos posibles respuestas: sí, o no. La miro. Me mira. Espera como la que acaba de decir " ¿renunciáis a Satanás?". Me juego el puesto.
- No.
- ¿ Así, sólo no? - pregunta.
- No, coño.
¿Por qué contesté que no? Muy fácil. Me estaba viendo en una película. Esa misma escena la veía sentado en un cine y yo , desde la oscuridad de la sala, decía " ¡di que no, joder, mándale a la mierda!
Me pierde la vanidad.
Mi padre me advertía " hijo, ten miedo al ridículo".
De santo no tengo nada. Sin duda uno de mis peores defectos, es ese afán de ser mirado lo que impide que me descuelgue de la sociedad, lo que me mantiene a flote. Todo el Barullo, el facebook, el Instagram, las canciones, los chistes, lo que pienso, lo que hago, lo que imagino, todo es vanidad.
Y así me va.
No lo soy porque conservo la necesidad de que me miren, de dar el cante, de contar con un auditorio que me aplauda o me riña o me tire cacahuetes.
Y así ha sido desde bien pequeño. Que le voy a hacer. Es de cuna.
Hasta un punto , porque hay un "hasta aquí llegó la riada", ojo: no vale todo, ni me sirve cualquier cacahué, ni palmaditas en la espalda, o hacer reír a gilipollas ...por un quítame allá unas pajas, lo que se dice por nada, he mandado a tomal pol saco presentes que me han llevado a volver a empezar por gilipollas. Esta vez sí, por gilipollas yo.
Una vez fui llamado al despacho de una alta directora de Fomento.La señora estaba mosca conmigo por el cachondeo que le había liado en una reunión de subdirectores de todos los colegios de Primaria del grupo. Ella dirigía todos los proyectos educativos. Unos proyectos ideados por una ameba. Y no sigo que me enciendo. Me llama a su despacho, digo, y me hace sentar. Sonríe. Es de esas mujeres que al sonreír se le araña la cara avinagrada y se le forman una arrugas cuarteadas , como la tierra de los Monegros. Me mira de hito en hito. Como si me encomendase. Yo espero sentado, como un vaquero en medio de la calle, con las manos en las culatas de mi revolver, " ¡saca, saca!" , pienso. Y dispara:
- ¿ Tú crees en el Proyecto, Suso?
Silencio. Esa pregunta no tenía más que dos posibles respuestas: sí, o no. La miro. Me mira. Espera como la que acaba de decir " ¿renunciáis a Satanás?". Me juego el puesto.
- No.
- ¿ Así, sólo no? - pregunta.
- No, coño.
¿Por qué contesté que no? Muy fácil. Me estaba viendo en una película. Esa misma escena la veía sentado en un cine y yo , desde la oscuridad de la sala, decía " ¡di que no, joder, mándale a la mierda!
Me pierde la vanidad.
Mi padre me advertía " hijo, ten miedo al ridículo".
De santo no tengo nada. Sin duda uno de mis peores defectos, es ese afán de ser mirado lo que impide que me descuelgue de la sociedad, lo que me mantiene a flote. Todo el Barullo, el facebook, el Instagram, las canciones, los chistes, lo que pienso, lo que hago, lo que imagino, todo es vanidad.
Y así me va.
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