miércoles, 11 de noviembre de 2020

ASÍ EMPEZÓ, CON UNA MIRADA.

Todo comenzó con una mirada. 


Unas pupilas que se agrandan, que brillan, que saben hablar en un idioma que ni tan siquiera somos conscientes de dominar. Era en la barra de un restaurante.


Tenía enfrente unos ojos que entendían  porque hablaban del mismo modo. Y nos susurrábamos. Y se acariciaban. Y se sonreían. Y eran ellos los que saben cuando lo demás sobra. Entonces no había cabeza ni corazón. No había lugares. No había relojes. No había otro futuro que no fuese ahora, entonces, aquí, y esa barra del bar. 


No había otro idioma que no fuese ese que se habla sin palabras y sin sonidos. No existía más que una mirada que pide, que busca, que desea, que intuye, que cree y que sabe. Que sabe escuchar sin oídos, hablar sin palabras, comprender sin mente, sonreír sin boca, desnuda sin manos…


Y el espacio se llena de todo. Y  sobra la mirada. 


Y sobran las palabras. Y falta el aire… Y no hay más. No hay menos. No hace falta más que lo que existe ahora.


Todo empezó en una mirada.




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