lunes, 30 de noviembre de 2020

EL SILENCIO

Vivimos  inmersos en un ruido ensordecedor.


Escapo  ,  buscar en el interior es ir muy lejos, para romper una lanza por el silencio. 


Me costó entender  que la única forma de búsqueda y expresión de las grandes verdades de la vida es el silencio, que, como decía Miles Davis, es más fuerte que cualquier sonido.


El silencio es mucho más elocuente que las palabras porque lo que habla en nosotros son las actitudes, lo que hacemos y no lo que decimos.


Todas las grandes religiones, desde el budismo al cristianismo, contemplan el silencio como una forma de ascesis, de búsqueda de la verdad por encima de la engañosa apariencia de lo real. 


Y, junto al silencio, el desprendimiento. 


Te digo, calla y empezarás a encontrar una solución a lo que no va en  tu vida. 


La profunda crisis que atraviesas  está, en buena parte, producida por un exceso de bulla interior.


Los políticos hablan demasiado, los bancos nos han engañado, los medios han generado falsas expectativas y nosotros mismos llevamos muchos años subiendo el volumen de la televisión para no escuchar la fertilidad creadora del silencio.


Mejor volver al libro de rezos benedictino  porque, por lo menos, la búsqueda de la comunión con Dios era una empresa que daba sentido a la vida.


¿Acaso somos más listos por consagrar nuestra existencia a tener un Volvo y un apartamento en la playa?


Cuando fui a Tamahú conviví con un sacerdote que era un monje.  


Nos levantábamos a las cinco y media  de la mañana para rezar mientras la iglesia permanecía en la penumbra. Sólo la luz del Sagrario  brillaba en la oscuridad.


Nunca he encontrado más autenticidad que en aquel  hombre  que había hecho voto de desprendimiento , comía frugalmente, ascendía a las aldeas , rezaba  en la soledad de la capilla y cantaba a Dios. 


Era feliz porque no tenía nada, porque había erradicado la ambición de su  corazón y porque vivía sin prisas.


Aquellos días  tuve la fugaz sensación de que podía atrapar el sentido de las cosas, algo así como tocar y sentir la madera, disfrutar de un reflejo de la luz en la ventana o percibir los matices de la piel de una manzana.


No sé si era la misma sensación de los santos,  pero me da igual. El silencio me llevaba a regiones ignotas e inexploradas que no puedo expresar. 


Cuando estaba allí sentí que la eternidad del tiempo se condensaba en aquel momento y que yo no era nada ante la inmensidad de un misterio que sólo se puede contar sin palabras.




No hay comentarios:

Publicar un comentario