Cuando tenía 15 años fui por primera vez al Hospital Provincial de Zaragoza a hacer lo que llamaban en el club Cuellar "una visita de pobres". Es una costumbre que se realiza en el opus dei. Se trata de visitar alguien enfermo, necesitado, normalmente sol@. La costumbre consiste en esa visita, y se insistía en no repetirla o realizarla con la misma persona.
Yo regresé a verle varias veces, y le regalé una radio que tenía en casa. Aquella persona , un hombre sin familia que había sido atropellado. Su soledad era tremenda.
Al salir del hospital vino a verme a casa y mi madre se pegó un buen susto con la visita tan inesperada.
Después he hecho muchas "visitas de pobres". Hoy también. Y no consigo no repetir. No sé cómo vivir la vida con chubasquero y no quitártelo mientras estás bajo la lluvia. Y, después, al llegar a casa, dejarlo en el perchero.
Hay personas que piensan que hay que mantener el mal en la puerta de tu casa , pero uno no sabe cómo dejar el dolor fuera de casa.
Yo no sé cómo se hace eso.
También me ocurre con gente que he querido y que, por cosas que pasan, te fallan, te hacen daño: no te pagan lo que te deben, se han burlado de ti a tus espaldas, te han mentido. Y me dan mucha pena, como esos que visité.
Lo mismo me sucede conmigo. Cuando el pobre soy yo.
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