La película "Un monstruo viene a verme" llega directa al corazón cuando el tejo fantástico le cuenta las tres historias al chaval. El crío no entiende nada. Acostumbrado a cuentos de buenos y malos , de blancos y negros, se le escapa el sentido de esas narraciones .
La vida no es lo que piensa ese crío. La vida mancha.
El propio monstruo se lo explica:
¿Cómo puede una reina ser a la vez una bruja buena y una bruja mala?
¿Cómo puede un príncipe ser a la vez un asesino y un salvador?
¿Cómo puede un boticario tener un carácter del demonio , pero ser recto en sus principios?
¿Cómo puede un párroco tener malos pensamientos y buen corazón?
¿Cómo es posible que los hombres invisibles estén más solos cuando logran que el mundo los vean?
Ese niño que no entiende el dolor, ni las contradicciones de la vida, la inmadurez de su padre, la perfección de una abuela que piensa que la suma de actos perfectos hacen mejores a las personas, que se hace daño rompiendo la vida que le rodea porque no se gusta, ese niño se parece demasiado a mi, a ti.
A ti cuando has llorado porque te dijeron que los padres son buenos y resulta que no, que son buenos y malos, desordenados, perfeccionistas, ateos y creyentes, egoístas y generosos. Algunos resultaron ejemplares, y otros unas piltrafas de personas. Te dijeron que Dios era un Padre y también te contaron que tenía un infierno terrible, que no se andaba con chiquitas con los que morían en pecado mortal.
Te creíste todas esas historias.
Se rieron de ti porque eras tont@, o gord@, o fe@, o lent@, o demasiado list@. Tú también fuiste invisible. Y el día que decidiste dejar de serlo descubriste lo mejor y lo peor de ti.
Uno ha llorado haciéndose daño, porque para conocernos tenemos que sentirnos solos, y darnos cabezadas contra la pared. La vida es así. Rezaste pidiendo un milagro que no llegó. El milagro era otro, y no lo supiste ver. Convéncete, somos una cola de leprosos que se plantan delante de un hombre pidiendo a gritos su curación...¡y sólo vuelve uno a agradecer!: ¡¡¡UNO!!!. Miserables. Damos mucha pena se nos mire como se nos mire.
No somos más que caracoles arrastrando su casa y rebuscando en las papelera de la empresa en la que trabajas para ganarte el sueldo . Tu sueldo, ¡ja!. Una transferencia. Mientras otros también reciben su transferencia recogiendo cartones, vidrio, chatarras, desperdicios , algo que se pueda trocar , mercancía de la busca de la otra orilla, donde todos los náufragos del mundo queremos ir, acumulando flotadores, salvavidas....llegamos a esa playa desnudos.
Estamos regresando a casa.
Ciertamente, creo que en ocasiones he sido el mejor éticamente hablando; y en otras, el mayor hijo de puta.
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