lunes, 28 de diciembre de 2020

COMO LA LUZ DE UNA CERILLA EN LAS OSCURIDAD.

Añoro los domingos en família cuando salíamos al campo


Aquellos días parecían eternos, los instantes se anudaban unos a otros como las cuentas de un rosario, el tiempo se paralizaba después de comer y la tarde parecía que nunca se iba a acabar.


Los nimios acontecimientos que perturbaban aquella quietud cobraban una naturaleza mágica, como una tarde tirando piedras saltando encima de superficie del río,  en Castejón. 


La paradoja es que aquellos domingos en el campo se han grabado en mi memoria como las hojas de un libro cuyas letras se van borrando. Pugno por aferrarme a esos recuerdos, pero se esfuman lentamente. 


Lo que entonces parecía la eternidad es ahora un instante lejano del tiempo. Como si  todo fuese un sueño.


El  pasado sólo es posible compararlo con el presente y éste siempre sale perdiendo porque el tiempo es un enemigo que nos devora.


Aquellos esplendorosos días de verano se han ido para siempre, como las vidas de algunas de las personas que pasaban los domingos en aquellos pinares , que ni siquiera pude reconocer cuando volví allí hace unos meses. 


El pasado se apaga, como la luz de una cerilla en la oscuridad. Por eso, escribo estas líneas.






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