domingo, 20 de diciembre de 2020

EN LA MESA DEL BARULLO

Terminé de leer la biografía de Sarah Bernhardt. 


Salí a andar y oí cantar a los pájaros. También me que do " quieto parado" que decía mi padre, para atender   las voces de los animales, los cantos de las aves, los insectos, los anfibios que, aunque es invierno, por allí están, agazapados.… 

En esos parones repaso también el sonido del viento, del agua. El campo es una sala de conciertos y cada espacio tiene su acústica.

¡Ay, escuchar el sonido de la naturaleza. Y a mí eso me da mucho que pensar, porque estos sonidos de la naturaleza han sido la banda sonora que ha acompañado a la humanidad desde siempre.

He paseado a mi antojo y apelmazando mis pasos en el camino . En el campo, nada pasa a la primera. Uno es un intruso allí,  y cuando  andas por allí los animales, con muy buen criterio, casi siempre salen huyendo y solo al cabo de un buen rato de espera, de paciente espera, de aguardar, es cuando las cosas vuelven a su cauce y empiezan a suceder cosas, o no.

De regreso a casa en la fachada de la iglesia de Estacas , estaba cerrada,  recé  por un amigo, sabiendo que no iba a ser escuchado.  

Debajo de un árbol escuché un fascinante  coro de cornejas. Era el momento en el que las sombras empiezan a crecerse, las formas se diluyen, se confunden en formas y se produce el cambio, el relevo, de los últimos del día con los primeros de la noche.

Hoy he recibido mi ración de amistad, de amor, de libertad, de poesía y de belleza. 

Si no soy feliz  del  todo  es porque pienso  que tal vez tú no has tenido la misma suerte en el reparto. 

Para que no te acuestes en ayunas, me gustaría que me dejaras compartir contigo mi parte. En la mesa  del Barullo  siempre  hay una silla vacía  por si apareces  tú.




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