lunes, 7 de diciembre de 2020

LAS RUINAS

Siempre me han gustado las ruinas. No por un sentimiento morboso sino porque tengo la sensación de que las ruinas guardan el espíritu de quienes las habitaron, de que algo siempre queda flotando entre los restos de un edificio derruido.


Mi padre tuvo su rollo ruinas,  y durante una temporada íbamos a pueblos abandonados en busca de antigüedades y cosas raras. 


Después esa semilla creció en mi y muchas veces fui a visitar pueblos dejados de la mano de Dios. 


De alguna manera creo  en los fantasmas si se entienden como el producto del poder evocador de la memoria, como la materialización de un tiempo lejano que impregna los lugares en los que las personas amaron y murieron.


Cuando tenía 14 años estaba fascinado por el antiguo colegio del Salvador.  Estaba en estado de abandono , aunque quedaban las paredes, las camas desvencijadas de los 

Internos   , de la comunidad de jesuítas, las  aulas,  pasillos inmensos,  escaleras de ecos inquietantes  , capillas  y algunos objetos llenos de polvo y mugre.


Me gustaba aventurarme  solo y soñar historias.   Una tarde observé una sombra lejana y , de miedo   eché a correr de tal manera que años después entendí qué es eso de " darse taconazos en el culo de tanto correr "


Me gustan las fábricas abandonadas, las estaciones de ferrocarril por las que ya no pasan los trenes, los cines antiguos, los solares de las casas derruidas, las fuentes de piedra que han dejado de dar agua.


Tal vez sea una forma de mirarme en espejo.




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