La olla podrida es un guiso donde se mezclan ingredientes muy variados, cocinado en olla de barro durante varias horas hasta que quedan blandas. A la olla se le añaden alubias , carnes fuertes, morcilla de arroz, chorizo, adobados, curados y ahumados (costilla, panceta oreja y morro del cerdo o pezuñas). En fin, un futimén.
Dice la Biblia que somos como barro en manos del alfarero. Y en esa olla de barro que somos, la olla podrida.
Conocí un sacerdote que el mismo día de su ordenación sacerdotal informejugó un partido de fútbol con unos amigos En un momento determinado, por una nadería del fragor del encuentro, se lió a guantazos con uno de sus amigos El contraste entre lo señalado de aquel día con la violencia mostrada horas después hoy me parece maravilloso.
Esa noche el nuevo sacerdote durmió en la cama con las manos consagradas en todos los sentidos.
A veces pienso que el alma humana es un guiso, una olla podrida, un plato muy suculento. Cuando esta olla es sometida a mucha presión su usuario pasa directamente de la emoción del llanto a la carcajada, de la oración agradecida a la blasfemia, del acto de misericordia más conmovedor y generoso, a liarse a tortazos con un amigo en medio de insultos gravísimos.
Parecemos personajes de Dostoyeuski, atormentados, llenos de contradicciones, miserables y, a la vez, buscando redimirnos.
Rezar blasfemando, llorar riendo , partirle la cara a un prójimo mientras le pides perdón son trances del espíritu que forman los nudos de un único tapiz, el tuyo. Y el mío. O, si lo prefieres, los condimentos de una olla podrida que no siempre apetece comer.
Todos somos así. Lo importante es saberlo, aceptarlo, reconocerlo, y pedir perdón. No existe la perfección. La suma de actos prefectos produce monstruos.
Llevamos superpuestos en el cayo cerebral muchos ángeles y diablos, que a veces asoman desnudos en público: llevas a la víctima y al verdugo, al héroe y al cobarde .
En el juicio por unos crímenes de ETA testificaba uno en contra de dos asesinos . En mitad de su declaración murió de infarto. Varios de los acusados por ese hombre de asesinato se levantaron del banquillo para auxiliarle impulsados por un instinto que ni ellos lograron explicarse.
Este reflejo condicionado es un fluido que une a todos los humanos. Y, atiende bien, amig@, no hay un átomo de tu cuerpo que no pertenezca a esa raza a la que perteneces: el tapiz trenzado con lo peor y lo mejor de ti .
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