MAESTROS.

Encontrarte con maestros de verdad es una suerte maravillosa.

Pero también tiene su mérito. Porque el que lo encuentra lo hace porque tiene la capacidad de reconocerlo . Y muchas veces ese maestro está muy escondido, pues resultan ser gente humilde, sin brillo : se acicalan y celofanan poco.

Son joyas sin tallar, y hay que saber mucho para ver quilates donde no hay peso, pureza y color.

Y, sobre todo, hay que ser muy humilde.

Mucha gente no ve maestros porque le ciega la fatuidad de los líderes, el marketing del que se adornan, la cercanía al engolado que ves que se escucha a sí mismo, con la barbilla más alta que su frente, y diciendo ensoberbecidos gansadas, mientras los suyos aplauden hipnotizados.

Estos días la cantidad de idiotas de este ganado que estamos viendo , mayormente en la política , es de una obscenidad  que  repele el buen sentido.

No se ha podido caer más bajo en este espectáculo:  una clase política que son títeres que se mueven al buen tun tun del populismo. 

Estamos asistiendo a un teatrillo de guiñol,  donde sus protagonistas representan un papel demasiado histrión para ser creído - unos y otros-  accionados por una mano que mueve la marioneta .

Una mano algo rijosa,  que les mete los dedos en canal debajo de la batilla :el índice para la cabeza, corazón y pulgar para los brazos.

¿De quién es esa mano?: del dinero y el poder.

Debajo de Mas, de Rajoy, de Iglesias, de Sánchez...no hay nada. Son una faldilla.

¡Que suerte los que saben encontrar auténticos maestros!.