jueves, 20 de noviembre de 2014

MEFISTÓFELES.


"Eres finalmente lo que eres.

Aunque te pongas pelucas con miles de rizos,

Aunque te pongas tacones de un codo de altura,

Seguirás siendo lo que eres".

Goethe puso en boca de su Mefistófeles estas palabras a Fausto, y no se imaginaba que describía una opinión que aún estaría extendida en el 2.013. Extendida y equivocada, porque si algo he aprendido es todo lo contrario a las palabras de Mefistófeles.

¿Quién no ha sido testigo de que, al final, una persona no es la misma que antes, sino que se ha convertido en otra distinta?. 

Observamos repetidamente que, también desde una situación de debilidad, enfermedad y necesidad, es posible un cambio interior, una maduración y un crecimiento espiritual, y que, además, estos cambios se pueden alentar directamente desde esos estados.

No es que cambiemos, en realidad “mejoramos”  o “empeoramos”. Pero es que entre ir a mejor, o ir a peor en nuestro carácter, ¡nos puede hacer tan diferentes!

Mefistófeles es determinista: siempre serás como eres.

Cuando un santo  profetiza la maldición del rejalgar- esa que dice: "No encontraréis la felicidad fuera de vuestro camino, hijos. Si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento tremendo: sería un desgraciado. Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar"- , Mefistófeles aplaude, pues sabe que miles de conciencias, si deciden cambiar de vida, saldrán heridas y con la batalla interior perdida definitivamente...¡lo dijo un santo!.

Un santo bastante cabroncete y determinista, como Mefistófeles. ¿Qué se puede esperar de un santo que cobija esos pensamientos que delatan una  espiritualidad amargada, y atormentada?.

El caso es que la frase de Mefistófeles le viene como anillo al dedo: “seguirás siendo lo que eres”.

Ni caso. Pero no olvides- lo sé, los estoy viendo- que si no cambias cuando tu conciencia te pide a gritos que lo hagas,  tu vida  poco a poco se volverá  silencio: como el día que se helaron las aguas de las cataratas del Niágara. 
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Dedico la entrada al anónimo "raca raca" que me dice que soy muy aburrido y me repito mucho (por supuesto no lo publiqué). 

12 comentarios:

  1. Enhorabuena por no darle entrada! Por fin!

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  2. Se puede decir más alto, pero no más claro.

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  3. un tipo que dice que sin mi nunca vas a ser feliz es, ante todo, un manipulador.

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  4. En realidad no dice eso.

    Lo que dice es que si le abandonas a él , también a Jesucristo. Y eso es una trola de las gordas.

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  5. De verdad crees que a el le preocupa que abandones a Jesucristo? Si es asi... que ha hecho por los que se han ido? Para mi, le preocupa que le dejen a el, punto.

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  6. Tal y como lo veo, el cielo está en realidad en tu interior y se refleja de dentro hacia fuera en tus actos.
    Y el infierno está fuera de tí y se refleja de fuera a dentro en tus miedos .
    Debes de elegir antes de que alguien decida por tí.
    Se rápido.
    Conduce sin miedo.
    Pisa a tope el acelerador.
    ...
    Vuela por tu autovía.

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  7. Creo que en cuestiones de moral, muchas veces, no se tiene en cuenta a Jesucristo. La vida de la Iglesia ha transcurrido 1.550 años sin moralistas, hasta el Concilio de Trento, y aquí no ha pasado nada.
    Estoy de acuerdo en que esta frase solo pretende manipular, dominar, a unos timoratos.

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  8. Soy de los que cree que si uno abandona "su vocación" es que no era su Vocación.

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  9. Yo creo que en esa cita Goethe está hablando de otra cosa: él está hablando de los postizos, de los atributos de quita y pon, de los relumbrones adosados, como la peluca o los tacones. No es que uno pueda dejar de ser sus postizos: es que no los ha sido nunca.

    Sucede que uno puede sentirse plenamente identificado con su peluca o con sus tacones, pero no por ello dejan de ser postizos. Lo mismo se puede decir de toda ideología, y más aún de todo título, de todo trofeo y de toda ostentación. Pero también una vocación puede ser postiza, por mucho que uno –sobre todo si las circuntancias le alientan a ello- pueda sentirse identificado con ella. Cuando uno siente –o le hacen sentir- que ha abandonado su vocación, a lo mejor es que, quizá, no la había tenido nunca, sino que en su entusiasmo la había confundido con otra cosa (como les pasa con las mujeres a quienes se enamoran tarde: que las confunden con otra cosa y las toman por lo que no son).

    Pero si realmente uno ha encontrado su vocación, entonces no vive pendiente de lo que hacen los demás: la obsesión por encontrar apóstatas y por amonestar nace del miedo a afrontar la inseguridad propia.

    La cita del rejalgar me parece una impertinencia, y me estremece pensar que por algo así se hayan arruinado vidas. Me pregunto si Escrivá tuvo momentos en los que sintió mucho miedo.

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    Respuestas
    1. ¿Miedo?

      Escrivá fue histérico; no hay que ser muy listo para comprender a ese hombre.

      Los suyos le han hecho unas biografías tan sinceras que le hicieron un flaco favor.

      La de Urbano y Cía es de traca.

      Escrivá, ya que estamos, tenía MUCHOS PUNTOS EN COMÚN CON LA DUQUESA DE ALBA QUE HOY SE NOS FUE.

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    2. Suso no dejes de escribir cuando vayas a Guatemala, aunque sea una vez a la semana o una vez al mes.

      Ni eres aburrido ni te repites.

      Yo no busco reírme con tus entradas, es más, las que me gustan me hacen pensar.

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  10. Muy de acuerdo con todo lo que has escrito. Hay quien alaba al que no cambia de ideas por ser fiel a lo que siempre ha creído. Olvida que quizá uno se aferra a sus ideas no por el hecho ser un heroe sinó por ser imbécil.
    Hay que ser fieles, no a las ideas, sinó a la voluntad constante de situar nuestra opinión y nuestros actos al lado de lo que creemos correcto, y esta fidelidad exige cambiar muchas veces de ideas, de actitud, de estilo... Nuestro cerebro, además, está programado por la selección natural para ejercer continuamente el cambio; su plasticidad, que dura toda la vida, lo hacen capaz de esto. La propia muerte diaria de millones de neuronas tiene el beneficio de dejar mejor la habitación del cerebro, más ordenada, más aseada cuando hemos deshechado lo que no sirve, lo que estorba.
    Vinu.

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