LA TAMBORRADA PÚBLICA.

"España me fascinaba porque ofrecía el ejemplo de los más prodigiosos fracasos. Uno de los países más poderosos del mundo llegando a semejante decadencia" (Ciorán).

Del mismo modo que una novela es un libro donde pone escrito "novela", y puede ser una mierda pinchada en un palo (¡brillante figura!), los políticos son unos tíos que dicen que hacen política, y están donde están para hacer política, y encontrarte otra mierda pinchada en un palo.

A otro perro con ese hueso. Estos días de intenciones navideñas asistimos a un carrusel de rústicos gañanes con cieno hasta las pantorrilas breándose a usties. 

Ya sabéis, Goya.

 

El desfile de distinguidos onanistas en el pajar de este país, cascándosela  a ojos cerrados, a ver qué sale, comienza a asquear.

Aguirre, Iglesias, Mas, o ese fimótico de Carlos Floriano, una cosita de político. Todos están en lo mismo, pelándosela en la era

Y el Gran Onanista del Palace, Durán y Lérida, que no ha ejercido la abogacía en su vida, y se apunta rápido a defender al Molt Horinapla. 

Algo parecido a la Inmensa Tamborrada de Calanda, todos dándole a la tambor en la plaza pública - sin mirarse entre sí, cada uno a lo suyo - ¡zamba , zamba, zamba!-...y, derepenete, depronoto, aparece el de turno, se pone delante de los demás, saca el tambor más grande y, ¡hala!, a aporrear el parche hasta que reviente. 

Todo el pueblo parece un simposio de brutos, un concilio internacional de bestias, a ver quien le pega más fuerte, una conferencia de  exorcistas histéricos con sangre en los nudillos, un sindiós que reza a no se sabe quién...

Estamos en una espantosa y aterradora "Rompida de la hora".