domingo, 14 de diciembre de 2014

SIEMPRE SE HIZO ASÍ.


Ayer escribí que si pagas con cacahuetes, tendrás monos en  tu empresa, y tus proveedores serán primates y, probablemente, será una orangutana la que se enamore de ti.

Porque cuando se habla de cacahuetes se refiere a un estilo de vida.

¿Y qué hacen los micos?

Fue un experimento bien curioso. Se metieron cinco monos en una habitación. En el centro pusieron una escalera, y en lo alto, unos plátanos.

Cuando uno de los monos ascendía por la escalera para acceder a los plátanos, los científicos rociaban al resto de monos con un manguerazo de agua fría. Al cabo de un tiempo, los monos asociaron la conexión entre el uso de la escalera y el chorro de agua fría, de modo que cuando uno de ellos se aventuraba a ascender un busca de un plátano, el resto de monos se lo impedían liándose a mamporrazos contra él y con gritos de una agresividad extrema.

Al final, e incluso pasando hambre, ningún mono se atrevía a subir por la escalera.

En ese momento, los científicos dieron una vuelta más al experimento: extrajeron uno de los cinco monos iniciales e introdujeron uno nuevo en la habitación.

El mono nuevo al ver los plátanos, naturalmente, trepó por la escalera para comérselos. En cuanto los demás observaron sus intenciones, se abalanzaron sobre él y lo bajaron a golpes y alaridos salvajes antes de que el chorro de agua fría hiciera su aparición.

Después de repetirse la experiencia varias veces, al final el nuevo mono comprendió que era mejor para su integridad renunciar a ascender por la escalera.

Dieron un paso más adelante en el experimento: sustituyeron otra vez a uno de los monos del grupo inicial. El primer mono sustituido participó con especial interés en las palizas al nuevo mono trepador. No tenía idea de por qué le atizaba, pero allí estaba con el resto dando unas usties como panes.

Posteriormente se repitió el proceso con el tercer, cuarto y quinto mono, hasta que llegó un momento en que todos los monos del experimento inicial habían sido sustituidos.

En ese momento, los científicos se encontraron con algo sorprendente. Ninguno de los monos que había en la habitación había recibido nunca el chorro de agua fría. Sin embargo, ninguno se atrevía a trepar para hacerse con los plátanos.

Si preguntásemos a los macacos por qué no subían para alcanzar el alimento, probablemente la respuesta hubiera sido esta : “No lo sé. Esto siempre ha sido así”.

Ya lo dijo Einstein “triste época la nuestra. Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Es muy probable que muchos de nuestros porqués de las cosas, de lo que ya está establecido, de nuestras propias creencias y valores, necesiten algún desafío por nuestra parte, algún cuestionamiento. 

Es muy probable que tengamos la escalera y los plátanos delante nuestro y que no subamos porque “siempre se hizo así”.

9 comentarios:

  1. Los prejuicios X el que dirá la gente es un tamdem, no lo hago X q tal, no lo hago xq cual y así perdemos muchas cosas X el q dirán en vez de lanzarnos y seguir adelante con lo nuestro, e.s una pena xo es así. .....q pasa? Tanto tememos los comentarios.....fijate lo q hizo y mira lo q dejo de hacer , de cualquier forma van a criticar......
    Un abrazoooooo

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  2. Las matemáticas, esa ciencia tan incomprendida y fatalmente explicada, marca la cumbre de la capacidad de abstracción del ser humano.
    Ningún chimpancé es capaz de calcular la posibilidad que la opinión de otro ser humano determine tu vivir.
    1,11 por diez a la menos diez.
    Menos que ná.

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  3. El experimento y la frase que, a modo de moraleja, cierra la entrada de hoy, nos dan muchísimo que pensar.

    Pero mientras yo leía la narración del experimento, más que el destino de los monos que se quedaban en la jaula, me interesaba el destino de los monos que sacaban de ella, supuestamente para reinsertarlos en otras jaulas con monos normales. Cuando a un mono lo sacaban del experimento y lo metían en otra jaula en la que él era la minoría y el recién llegado, ¿qué pensarían los demás monos de él cuando veían que le sobrevenían ataques de histeria cada vez que uno de ellos hacía lo más normal del mundo: comerse un plátano? Debían de tomarlo por un neurótico o un trastornado. Me los imagino tratando de calmarle: „¡Relájate, tío, que no es para tanto!“

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  4. ¡Hay que ver las putadas que se les hace a los pobres monos!¡Total, para darnos cuenta de que descendemos de ellos! Si es que somos iguales.

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  5. Si el experimento de los monos me valiese, yo querría ser plátano.

    Cui prodest, se preguntaría un sagaz detective.

    ¿Que a quién beneficia el experimento? Los monos son manipulados por los científicos, pero los científicos lo son por el plátano, que escapa de rositas ajeno a la trifulca.

    Pero lo de los monos no me vale. Son sólo monos.

    ¿Quién era el que decía que no le sorprendía lo mucho que se parece el hombre al mono sino lo mucho que se diferencia? Entre los hombres los hay que pese a los manguerazos o las usties del prójimo se encaraman por la escalera, agarran el plátano, se bajan… y lo comparten con los de antes.

    Son los santos, los héroes, o mejor dicho, los hombres dignos de llamarse así.

    Sé, Suso, que tú estás hablando de lo mismo.

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  6. No es así, Suso. La pregunta no es por qué no suben a por los plátanos, pues la respuesta es totalmente sacional: porque me hostian. La pregunta es: ¿por qué hostiais al que sube? Eso es lo que se hace irracionalmente, porque siempre se hizo así.

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  7. Imagino que esto constituye un experimento cuyo tema estrella es el control.
    Y me he acordado de un cuento del escritor argentino Jorge Bucay. Un niño va al circo con su padre y se queda extrañado de ver a un elefante, sujeto al suelo mediante una minúscula estaca. Y le pregunta al padre que porque no huye, si fácilmente, con un ligero movimiento podría desprenderse de su atadura. Bueno, al final, parece ser que el elefante ya intento de pequeñito liberarse, y no pudo. Y ha mantenido en la memoria ese suceso creyendo que así seria por siempre, a pesar de haberse convertido en un gran animal.
    La moraleja del cuento es que hay que perder el miedo y lanzarse, e intentar y volver a intentar las cosas que son importantes, porque el hecho de que algunas veces no hayamos conseguido determinadas metas no significa que no podamos conseguirlas mas adelante. En otras condiciones o cuando estemos mejor preparados para ello.

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  8. Un poco de respeto por la tradición.

    Nadie sabe pelar un plátano como los monos.

    Y eso lo aprendieron de sus antepasados.

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  9. El experimento explica la existencia de tradiciones en la actualidad sin fundamento que representan a veces molestias o injusticias para muchas personas.

    Y es un acierto hacerlo con monos porque los seres humanos somos monos. No es que descendamos del mono. No es únicamente que los monos y nosotros descendamos de un ancestro común simiesco. El hecho sorprendente e imperceptible para muchos humanos es que la especie Homo sapiens es una especie más de monos. Es imperceptible para muchos porque lo propio siempre se sobrevalora y se mitifica, y porque en lo cercano no nos resultan escondidos matices y peculiaridades que en lo lejano no percibimos. Si alguien tiene dudas, que escuche pacientemente las diferentes risas humanas, y que las compare con las risas de los monos; que observe los dedos, el pelo, los gestos faciales, y que lo compare todo con los de los monos. Que lo haga muy suavemente, muy poco a poco, y sin prejuicios. Por último que se mire los pies, tienen dedos; ¿por qué tienen dedos los pies? Que piense por qué tienen dedos. Después que se lea la obra escrita más importante de Dian Fossey, y que aprenda el comportamiento social y los sentimientos de los gorilas de montaña: envidía, celos, luchas de poder, amor, juegos, risas, guerras... Si aun y así duda de que somos monos... que lo deje ya, no hay nada que hacer. Para algunos, hay realidades absolutamente imperceptibles desde dentro.

    Vinu.

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