jueves, 18 de diciembre de 2014

OH LORD, WHY LORD!




A los quince/dieciséis años la banda de amigos tímidos y bastante asilvestrados que entonces éramos, pasamos de perseguir durante interminables horas a la troupe de fantásticas señoritas del Sagrado Corazón, a acercarnos levemente. Era un impulso más que una estrategia. Y la excusa ideal fue el local que los jesuitas habilitaron para los alumnos en el club social del colegio.

Allí nos encontrábamos, en una sala en penumbra, con pista de baile y música del momento. Ellas eran bastante pijillas, nosotros bastantes rudos. Ellas se sentaban como mirando sin mirar, como sólo saben hacerlo las mujeres desde su más tierna infancia, y nosotros, en frente, arracimados, gregarios, cortados, babeando y con ojos de bovinos.

A todos nos gustaba la misma. Era una monada que respondía al nombre de Elsa. La niña se sabía la reina, la elegida, lo que le daba un tono que destacaba sobre las demás: andaba de puntillas, se mesaba la melena con una gracia especial y sonreía achinando los ojillos despertando una oleada de suspiros ululantes entre la manada de mandriles que la observábamos alelados.

Elsa me miró una tarde y ni siquiera la gastroenteritis aguda que cogí en un campamento años después me ha hecho olvidar esa sensación: las tripas todas parecieron dispersarse, los esfínteres se aflojaron en contra de mi voluntad, el corazón bombeaba enloquecido…

Y entonces hice una de esas cosas que después he hecho muchas más veces en mi vida y que me han llevado siempre a dejar el barco entre las piedras. No se aprende. Es de cuna. Pensé , “¡qué cojones, a por ella!”… Me fui hacia la chinita, rompiendo la solidaridad adocenada entre colegas, y me senté a su lado pasando mi brazo por encima del respaldo de su asiento.

- Hola, soy Suso…tú eres Elsa, ¿verdad?

- Ahá- contestó ella.

Empecé a hablar de la música que estaban poniendo, de todo y de nada, y de repenete, depronoto, siento que mi brazo, por efecto de la sangre cuesta arriba, se me estaba muriendo. Mi corazón estaba enamorado, pero mi brazo estaba gangrenado. El hormigueo era insufrible, pero quitar mi brazo, con ese toque tan seductor de ponerlo desenfadadamente detrás de su respaldo, me parecía una grosería. Así que aguanté un buen rato más, lo que no hizo sino empeorar la situación. Mi brazo quedó necrosado.

Entonces sonó “Oh Lord, why Lord”- la canción que inicia el post de hoy- y le pedí bailar. Ella dijo que sí.

Ahora que lo pienso pocas canciones son menos apropiadas para un baile arrimado… Es como bailar agarrado el "Tantum ergo", más o menos.

"¡ Oh Señor! ,¿ por qué Señor?...¡ Oh Señor, ¿por qué Señor?...¡Oh Señor,¿por qué Señor?... Ah Señor, por qué Dios...Yo tengo que vivir y dar...Mucho más que puedo dar...Ah Señor, por qué Señor?".

Y uno, agarrando la cintura de Elsa con el brazo absolutamente insensible y muerto, rezando “¡oh Señor!, ¿por qué Señor?, ¿cuándo cojones terminará esta canción, oh Lord?”… porque veía que iba a terminar la canción y no sentía nada. Como tocar una piedra. No sentía su calor, el roce del elástico de su sostén , el toque de su rodilla : estaba más pendiente del horrible hormigueo, como una garrampa eléctrica, que recorría mis articulaciónes, que de pequeños detalles más o menos sensuales que sólo percibes a los dieciséis años. Sudaba y sudaba…”¡Oh Lord, why Lord!”.

Y se terminó la canción. Eso fue todo. Elsa aplaudió la canción y yo también lo intenté, pero mi brazo derecho apenas podía elevar la mano para aplaudir con la izquierda. Era como si mis dedos  pesasen mil doscientos kilos…Y aplaudí como un auténtico gilipollas , balanceando el brazo de izquierda a derecha , como una bola de esas que se usa para derribos de casas, hasta conseguir que la mano derecha chocara con la mano izquierda: un aplauso me salió.

- ¿Te pasa algo en el brazo?- preguntó Elsa.

- ¿ A mi?..o, no es nada, es que juego mucho a tenis y lo tengo más desarrollado.

Días después supe que Elsa tenía un concepto de mi algo perverso: afirmaba que era un guarro y que apretaba demasiado al bailar…¡si ella supiera!...¡Oh Lord,why Lord!

4 comentarios:

  1. Cómo ha cambiado la sensibilidad! Hoy para ser calificado como guarro tienes que hacer mucho más, por lo menos pedófilo.

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  2. La frase: no es nada, es que juego mucho a tenis y lo tengo más desarrollado... no es de esa época, sino de cuando Boza iba de compras en Barna... que con los años se te va la memoria!

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  3. Si el que lee no tiene imaginacion es imposible que entienda el Barullo
    En los chistes es el que lo corta diciendo ESE ME LO SE ES QUE TERMINA...

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  4. Solo alguien de Zaragoza para arriba, para Huesca, entiende la palabra garrampa. Si señor!

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