viernes, 15 de septiembre de 2017

EN LAS LETRINAS DEL AVE.

Estoy en los lavabos de la  Estación de Atocha  , fui a  cambiar  el aceite a las  olivas. Mientras  me alivio escucho el sonido de un hilo  musical  que no pertenece al del AVE. Es una  melodía   doliente, que  procede  de lo más  profundo del alma .

Me estoy lavando las manos y oigo  unos gemidos inenarrables. Ponen  la gallina de piel. Incluso  la  de  los  brazos. Estremece el sufrimiento anónimo que  emerge de detrás de una puerta de la que se adivinan dos piernas  con los músculos  tensos. 

Alguien necesita ayuda, aunque no la pide. Está manteniendo una batalla feroz  por expulsar  de  su vientre  un atravesado con púas . Es toda  una filosofía de la vida que se ha convertido en un deshecho tan duro como  el  turrón de  corindón. 

Me espero curioso  a ver  quién es el autor de semejantes alaridos .  Suena  la alegre cisterna. La  pelea  ha llegado a su fin .

Se abre la puerta y veo salir a un ejecutivo. Es  rubio, melenilla  guaperas,  con maletín de Vuitton lleno tal vez de contratos leoninos.  Anda almohadillado, quizás   debido a que los esfínteres aún padecen  por la denodada lucha que acabande  mantener.

El  AVE  es un símbolo de  nuestra sociedad del bienestar . Y este hombre es producto de esa sociedad . Los pobres tienen muchos problemas aunque algo me dice que no  de estreñimiento. La humanidad se divide en dos: los  que comen demasiado y no pueden sacar del cuerpo lo que les sobra y los  que no pueden comer y silban de placer mientras hacen de cuerpo  bajo las estrellas.

Veo a este  pobre hombre  mesándose la melena  mientras  cruza el pasillo  que le lleva  a  su vagón del AVE. Sigue andando  almohadillado : en  el pecado lleva  la penitencia.



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PASA POR MI FEISBUK

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