Estoy en los lavabos de la Estación de Atocha , fui a cambiar el aceite a las olivas. Mientras me alivio escucho el sonido de un hilo musical que no pertenece al del AVE. Es una melodía doliente, que procede de lo más profundo del alma .
Me estoy lavando las manos y oigo unos gemidos inenarrables. Ponen la gallina de piel. Incluso la de los brazos. Estremece el sufrimiento anónimo que emerge de detrás de una puerta de la que se adivinan dos piernas con los músculos tensos.
Alguien necesita ayuda, aunque no la pide. Está manteniendo una batalla feroz por expulsar de su vientre un atravesado con púas . Es toda una filosofía de la vida que se ha convertido en un deshecho tan duro como el turrón de corindón.
Me espero curioso a ver quién es el autor de semejantes alaridos . Suena la alegre cisterna. La pelea ha llegado a su fin .
Se abre la puerta y veo salir a un ejecutivo. Es rubio, melenilla guaperas, con maletín de Vuitton lleno tal vez de contratos leoninos. Anda almohadillado, quizás debido a que los esfínteres aún padecen por la denodada lucha que acabande mantener.
Se abre la puerta y veo salir a un ejecutivo. Es rubio, melenilla guaperas, con maletín de Vuitton lleno tal vez de contratos leoninos. Anda almohadillado, quizás debido a que los esfínteres aún padecen por la denodada lucha que acabande mantener.
El AVE es un símbolo de nuestra sociedad del bienestar . Y este hombre es producto de esa sociedad . Los pobres tienen muchos problemas aunque algo me dice que no de estreñimiento. La humanidad se divide en dos: los que comen demasiado y no pueden sacar del cuerpo lo que les sobra y los que no pueden comer y silban de placer mientras hacen de cuerpo bajo las estrellas.
Veo a este pobre hombre mesándose la melena mientras cruza el pasillo que le lleva a su vagón del AVE. Sigue andando almohadillado : en el pecado lleva la penitencia.
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