martes, 19 de septiembre de 2017

LA MIERDA DE LOS HOVERBOARDS

Ya  sabéis  lo  que  pienso de  Sant  Cugat. 


En esta ciudad  hay  mucha  tontería. Mucha  pastelería / panadería  de  nivel pijolandia. Mucha tienda  cara de  zapatos  normales. Mucha  tienda de ropa  mega osea. Mucha  fashion de  chorradas  para decorar interiores. Mucho  local  de  fragancias crazy. Mucho  supermecado cool. Mucho  perro raro de razas "¿saes?".


Y ahora  vienen  las  bicicletas  eléctricas , scooters, longboards, el patín eléctrico  o hoverboard...¡un auténtico  peligro  para  el viandante!. Son una plaga.


Esta  mañana  casi  se  me  lleva  por delante  una  pareja  que  iban de  pie  en un patín eléctrico, él  con traje, el muy flopp, y  ella  , con un culo espantoso, y  de esas  que  si  le   caes  bien  te  dice  que eres  " un amoooorr".


Somos  gilipollas. Todos. Y  ya  está.


Recuerdo  cuando  aprendí a  ir  en bicicleta. Fue en el parque del Cabezo, en Zaragoza. Allí  nos  llevaban  mis  padres  a pasar  la tarde  los  domingos. Alquilábamos  bicicletas  y  paseábamos  por  los  parterres y setos, entre  los bancos, y las plazoletas.


Comencé, como  todos, con un triciclo . Después , impulsado  por  mi padre, que me acompañaba  corriendo  un rato hasta  que   me empujaba y  me dejaba solo. Unas cuantas costras, y  listo.


La felicidad es un concepto abstracto, que se convierte en una sensación muy concreta con solo ir en bicicleta.  Aprender a montar en bicicleta es el primer desafío de cualquier niño, la primera lección que aprende y que  te  prepara  para  la  vida adversa  y  los  tiempos  duros:  si no pedaleas, te caes, una enseñanza, que a su vez te concede la primera libertad.


En el primer viaje en bicicleta están  contenidos todos los viajes que iba a realizar uno a lo largo de la vida. ¿ Cómo  no  recordar  ir  con los  brazos haciendo el avión , descamisado, lubricado en sudor, y  sintiendo el aire en la cara?


Los que fuimos criados en un hogar con la  moral  herrada  en la   nuca , donde  mi  padre  temía  a Dios, y  yo  a  mi padre,  la bicicleta te liberaba del peso angustioso de la vigilancia  de  padres  , y bastaba con dejar atrás la puerta de casa para que el corazón comenzara a saltar libremente bajo la camisa .


Montar por primera vez en bicicleta era un acto de iniciación, que te obligaba a salir del ámbito familiar para perderte en un trayecto desconocido. Escapaba   a  la  calle del Caballo, zona de   pilinguis  que  hacían  la calle , para ver  escotes  de  pechos blandos  dibujados de venas azules. Iba a Torrero, a la  orilla  del  río  Huerva...


 Así era en mi  niñez. 

Hoy  disfruto andando. Ir   hasta  el  límite  del esfuerzo necesario, del trayecto medido que termine en un horizonte azul supone hoy para mí toda la filosofía.

Pero  todo  esta  parafernalia  de scooters  y  patines  eléctricos...¡no!


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3 comentarios:

  1. Qué te fascina más Suso, Valladolid o Sant Cugat?.
    Vaya racha llevas compañero...
    Saludos pucelanos.

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  2. Vuelve a la bici, sigue siendo acojonante esa sensación de libertad.

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