Ya sabéis lo que pienso de Sant Cugat.
En esta ciudad hay mucha tontería. Mucha pastelería / panadería de nivel pijolandia. Mucha tienda cara de zapatos normales. Mucha tienda de ropa mega osea. Mucha fashion de chorradas para decorar interiores. Mucho local de fragancias crazy. Mucho supermecado cool. Mucho perro raro de razas "¿saes?".
Y ahora vienen las bicicletas eléctricas , scooters, longboards, el patín eléctrico o hoverboard...¡un auténtico peligro para el viandante!. Son una plaga.
Esta mañana casi se me lleva por delante una pareja que iban de pie en un patín eléctrico, él con traje, el muy flopp, y ella , con un culo espantoso, y de esas que si le caes bien te dice que eres " un amoooorr".
Somos gilipollas. Todos. Y ya está.
Recuerdo cuando aprendí a ir en bicicleta. Fue en el parque del Cabezo, en Zaragoza. Allí nos llevaban mis padres a pasar la tarde los domingos. Alquilábamos bicicletas y paseábamos por los parterres y setos, entre los bancos, y las plazoletas.
Comencé, como todos, con un triciclo . Después , impulsado por mi padre, que me acompañaba corriendo un rato hasta que me empujaba y me dejaba solo. Unas cuantas costras, y listo.
La felicidad es un concepto abstracto, que se convierte en una sensación muy concreta con solo ir en bicicleta. Aprender a montar en bicicleta es el primer desafío de cualquier niño, la primera lección que aprende y que te prepara para la vida adversa y los tiempos duros: si no pedaleas, te caes, una enseñanza, que a su vez te concede la primera libertad.
En el primer viaje en bicicleta están contenidos todos los viajes que iba a realizar uno a lo largo de la vida. ¿ Cómo no recordar ir con los brazos haciendo el avión , descamisado, lubricado en sudor, y sintiendo el aire en la cara?
Los que fuimos criados en un hogar con la moral herrada en la nuca , donde mi padre temía a Dios, y yo a mi padre, la bicicleta te liberaba del peso angustioso de la vigilancia de padres , y bastaba con dejar atrás la puerta de casa para que el corazón comenzara a saltar libremente bajo la camisa .
Montar por primera vez en bicicleta era un acto de iniciación, que te obligaba a salir del ámbito familiar para perderte en un trayecto desconocido. Escapaba a la calle del Caballo, zona de pilinguis que hacían la calle , para ver escotes de pechos blandos dibujados de venas azules. Iba a Torrero, a la orilla del río Huerva...
Así era en mi niñez.
Hoy disfruto andando. Ir hasta el límite del esfuerzo necesario, del trayecto medido que termine en un horizonte azul supone hoy para mí toda la filosofía.
Pero todo esta parafernalia de scooters y patines eléctricos...¡no!
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Qué te fascina más Suso, Valladolid o Sant Cugat?.
ResponderEliminarVaya racha llevas compañero...
Saludos pucelanos.
¡Los extremos se tocan!
ResponderEliminarVuelve a la bici, sigue siendo acojonante esa sensación de libertad.
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