La etología es la ciencia que estudia las costumbres y el comportamiento de los animales.
Todos tenemos un animal que se nos parece. O viceversa.
En la sabana de la vida , por ejemplo, en la reserva del Serengeti, también se establece una lucha feroz por la supervivencia entre carnívoros predadores y herbívoros o rumiantes. Los rumiantes, que se alimentan de pasto, tienen los ojos muy separados y pueden mover las orejas como un retrovisor, lo que les permite un ángulo de visión muy abierto para huir a tiempo del enemigo que siempre ataca por detrás.
En cambio, los predadores tienen los ojos muy juntos, con un sistema bifocal que les ayuda a la precisión con que deben dar el zarpazo en la yugular de la presa.
Uno tiene los ojos separados, de herbívoro. Mi anterior jefe , un tal Aksel, tenía los ojos concentrados, de predador, de carnívoro. Su mirada era felina . Bueno, en realidad era una mirada de hijo de puta.
Los rumiantes miramos siempre de forma desconfiada, moviendo mucho los ojos, como si supiéramos que el peligro no se halla delante, sino detrás y a los lados, a derecha o izquierda.
La única salvación que nos queda a los herbívoros es la huida. Al final ,y en el último extremo, te sirves de innumerables requiebros antes de ser alcanzado por el Aksel de turno. En muchos casos el carnívoro predador abandona la persecución y deja al rumiante por imposible.
En mi caso, cuando tenía el aliento de Aksel en la nuca, me salvó un paquidermo que pasaba por allí.
De momento, hay estamos, en la misma sabana. Vivos...cada uno en su papel. No puedes dejar de ser quien eres.
Los herbívoros humanoides tenemos la capacidad de soñar despiertos. Pensamos en conceptos abstractos como el cálculo infinitesimal, la teoría del caos o los agujeros negros. Estos conceptos son reales en nuestros cerebros vacunos, pero fuera de ellos ni se les conoce, ni se les espera.
ResponderEliminarSon abstracciones.
Mientras que el cabrón del cocodrilo espera agazapado para triscarnos las tripas, nosotros pacemos en la orilla del río, nos enamoramos de la gacela primorosa, nos organizamos en sindicatos para turnarnos en vigilar a los carnívoros y vamos a votar como corderitos mansos.
En realidad nuestras posibilidades son también conceptos abstractos que solo tienen una faceta de realidad dentro del tejido neuronal.
Somos unos cuentistas que todo nos lo inventamos. Y cuantas más necesidades tenemos más se desarrolla nuestra imaginación.
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Los hervíboros sólo tenemos en propiedad nuestra capacidad de ser libres.
Podemos elegir.
Montarnos a la cierva y formar una familia.
Acumular hierba y revenderla al resto del rebaño.
Bajar a beber agua al río y jugarnos las pelotas a cambio de un trago de agua fresca.
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Cuando el cabrón del cocodrilo nos la endiña, antes de morir pasan por nuestra mente las curvas de la cervatilla, la primavera donde nuestras crías vinieron a la vida y la imagen de nuestro padre pateándole la cabeza a una leona.
Morimos y soñamos.
Podemos elegir.
Y esa es la libertad que nos imaginamos, antes de palmarla.
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Es la menos mala de nuestras opciones.
Y han tenido que pasar miles de años para crear el concepto y que nos sirva de consuelo.
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Aunque en nuestro fuero interno lo que nos gustaría sería hundir nuestras pezuñas en el ojo del cocodrilo.
Y joder a ese hijo de la gran puta.