De mujeres sé poco. Y creo que no hay nada que entender de ellas. Hay que aceptar que son así, un misterio.
Con algunas conseguí el ideal de relación. Con otras, nada.
Cuando Propercio publicó sus poemas de amor destructivo con Cynthia, el éxito de lectores fue tan desbordante y el poeta se volvió tan famoso que Hostia, que así se llamaba realmente Cynthia, decidió regresar con él.
Sin embargo, Elena Osorio abandonó a Lope de Vega justo por eso mismo, como cuenta el "monstruo de la naturaleza" en La Dorotea:
Díjome un día con resolución que se acababa nuestra amistad, porque su madre y deudos la afrentaban, y que los dos éramos ya fábula de la Corte, teniendo yo no poca culpa que con mis versos publicaba lo que sin ellos no fuera tanto".
He estado en prostíbulos de todo el mundo y, en todos ellos, la mujer siempre cierra la puerta, ya sea en Corea o en la India. Pero esa mujer abrió la puerta de par en par y dejó entrar al público y a la prensa… No siento ninguna maldad hacia ella, pero creo que lo que hizo fue atroz".
Así me sucedió con otras. Unas sí, otras no. Y viceversa. Tengo un algo, mucho, de exhibicionista, y no todo el mundo lo entendió.
Todos desean por naturaleza saber, pero algunos lo desean más que otros. Uno , con sesenta y cuatro años y con un cuerpo que es una pavesa consumida por el afán de conocer el aire, el fuego, el agua y la tierra, aún no sabe nada de las mujeres. Nada. A veces pienso que pertenezco a los escombros de un generación donde nos estrellamos todos los buscadores de paraísos artificiales. La mujer era uno de ellos.
A mi me educaron con unas carencias muy potentes respecto a las mujeres y su mundo.
Soy un un chalao que es consciente de serlo.
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