domingo, 11 de julio de 2021

ÚNICOS O DISTINTOS.

Hay un tópicazo que se dice mucho: somos irrepetibles, únicos, auténticos. En educación se usa mucho, y nos gusta escucharlo. 


¡Soy irrepetible!. Inclusamente en la vida ascético religiosa se va a más: eres querido por Dios de tal manera, que si sólo existieses  tú en la Tierra Planeta Universo Todo, Dios no te podría amar más. Te ama por ti mismo, por tu singularidad. Y eso ya te chuta que no veas.

La verdad es que no somos tan únicos, tan irrepetibles y tan auténticos. Nos repetimos mucho. El molde es más o menos el mismo. Nos parecemos a muchísimas personas. En el tablero de nuestra vida todo acaba por definirse muy bien, y “cantamos” poco.

“Cantar” en el sentido de llamar la atención.

Otro “cantar” es cuando “cantamos” de verdad. Y eso sucede, normalmente, cuando tenemos algo que nos distingue de los demás...como los defectos. Entonces la malaleche se ceba sobre el pobre que es cabezón y le llaman “chupachups”, o el que tiene un defecto en el habla y le llaman “Dindín” ( por eso de que cantaba en navidades “ hadia Belén va una buda dindín, yo me demendaba yo medemendé...), a la que tiene el culo gordo le apodan “ la Apache”, porque no le entra ningún vaquero, a la que es plana le motean con “pañuelomago” (nada por delante, nada por detrás)...y así hasta el infinito.

Eso, si no se sabe llevar con buen humor, hace mucho daño. Hay mucha gente que anda jodida por la vida por culpa de un mote mal digerido, por un apodo tatuado en la infancia que no hay manera de quitárselo. Como la marca herrada a fuego de los toros.

Hubo un tiempo, era profe joven y bastante imbécil, que entraba a ese juego. Era muy típico, sobre todo en colegios de provincias, el mote graciosete, especialmente con el débil. Era de uso común entre profesores con alumnos, también con padres, y entre alumnos con profesores, y profesores entre sí.

Un día caí en la cuenta de mi estupidez, del dolor que se puede causar. Me lo hizo saber un antiguo alumno, años después. Él era de la época de Barcelona, yo entonces estaba en Lérida. Nos encontramos en la calle, le invité a una caña, y me echó en cara que le llamara“ Mopa” ( en realidad se llamaba Moya, y yo siempre le decía “Moya, si fuese con “p” sería “Mopa”...y Mopa se quedó).

Le pedí perdón, aunque al pobre cuando se encuentra con antiguos compañeros le dicen “¡¡¡ hombre, Mopa, ¿qué tal te va?”.

No presumo de ello. Me avergüenzo.

Viendo esta foto de un curso de vete a saber dónde el pedazo de chavalote que sale en la última fila me da pena. Pienso lo crueles que podemos ser cuando alguien es diferente, irrepetible, único y distinto. 


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