Me gusta andar hacia ninguna parte.
Este julio continué las estapas pendientes de la GR 99: Andar, visitar, perderme. Ya sólo quedan siete u ocho días, que haré en septiembre.
También me chiflan las estaciones de tren . De bien pequeño disfrutaba viendo esas películas donde salían trenes de mercancías , como en Doctor Zivago, o en las películas del Oeste .
Se detenía en una estación de madera, en medio de un paraje desolado. Por un lado de la pantalla aparece un hombre anónimo , caminando con botas embarradas. Nadie sabe de donde viene. Descorre la puerta de uno de los vagones de ganado, echa dentro el fardo que lleva al hombro, se encarama de una zancada y sin billete ni salvoconducto parte en el convoy hacia un destino que desconoce.
Yo veía de crío esas escenas y soñaba con ser así, estar de polizón en un tren hacia ninguna parte.
Eso es lo que hice este verano, y así seguiré, ahora que puedo.
Cada uno de aquellos trenes es hoy una metáfora de salvación ante el horizonte cerrado. Por eso voy de aquí para allá , hacia ninguna parte, hasta llegar a Stazione Termini.
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