domingo, 25 de julio de 2021

SHTISEL . LA SERIE.

Una serie en Netflix que recomiendo. ¡Maravillosa!


Shtisel comienza con un sueño: un joven rabino llamado Akiva  descubre a su madre muerta cortando un budín con cuchillo y tenedor. Desde la primera escena Shtisel nos conquista por el estómago.


Shtisel,  aquí la comida funciona como una máquina del tiempo que permite viajar al pasado y reencontrarse con personas que ya no están. Cada bocado puede trasladar a los personajes a un recuerdo, invitándonos a viajar a los propios; la comida en Shtisel es una forma de encontrarse, con los vivos, con los muertos, con la historia de cuatro generaciones de una familia ultraortodoxa de Jerusalén en la era de la televisión por cable, las redes sociales y los teléfonos celulares. Mostrándonos el día a día de sus costumbres y tradiciones religiosas con naturalidad: casamientos arreglados por un casamentero, matrimonios que duermen en camas separadas, besar la mezuzah (rezo escrito en un rollo que se coloca en el marco de la puerta y marca la separación entre el espacio público y privado) antes de entrar a una casa; lejos de convertir a una cultura distinta a la propia en una postal turística.


El nombre de la serie es el apellido de la familia que retrata: los Shtisel, donde Shulem  es el patriarca que guía el destino de los más jóvenes y de los mayores, Shulem se frustra cuando sus parientes no responden ante el deber religioso, pero lo interesante de la serie es que los guionistas deshojan las mil capas de este personaje tan complejo. Detrás del enojo hay un hombre que trata de entender al otro en silencio.  Shtisel nos sorprende constantemente con escenas donde los personajes rompen la rigidez que les impone la vida religiosa.


Uno se  se pregunta por qué la vida de una familia judía ultraortodoxa le interesa a un espectador que vive en Cuntis, como yo. La respuesta es simple: porque Shtisel consigue hablar de personas que se enfrentan al dolor de un duelo, al sufrimiento por un amor imposible, al temor del qué dirán, a la angustia de una crisis matrimonial, al pánico de quedarse solos. Sentimientos que, en definitiva, nos atraviesan a todos los seres humanos; vivan donde vivan y sin importar qué religión practiquen. Por eso Shtisel se volvió tan popular, porque nos zambulle en temas universales.


Y no sólo es la comida. En Shtisel se canta mucho. También es arte. Y miedo. Es una fe que tiene miedo.


De lo mejor que he visto en mucho tiempo. Lejos de americanadas.


Muy buen reparto. Inolvidables todos ellos.


Los grandes detalles se encuentran como casi siempre en las pequeñas cosas.


Una serie con subtítulos, disfrutas  oírlos en hebreo, me he llevado una sorpresa con cosas que creía que en el mundo ultraortodoxo no se permitía.


Por algún momento me habría hasta gustado estar viviendo en esa casa, estar en ese balcón ,  o hasta citarme en el Hotel.


Es una serie para no perder ninguno de los diálogos. Con un mensaje final que resume todo. Una frase de Bashevi:


"Los muertos no van a ningún sitio, están todos aquí. Cada persona es un cementerio, un verdadero cementerio, en el que yacen todos nuestros abuelos y abuelas, y el padre, y la madre,  la esposa y los hijos. Todos están siempre aquí".


Estáis avisados.




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