lunes, 2 de mayo de 2022

DÍFICILES DE EMBRIDAR.

Una experiencia muy común, al menos en mi vida, ha sido comprobar que cuando me he encontrado con hombres hechos y derechos que les costaba  ser dóciles en su trabajo, entender lo que se les pedía, o aceptar las órdenes de sus superiores, siempre había un niño herido, alguien que había tenido problemas con sus padres, gente compleja, de muy mal rollo. 


No había forma de embridarlos. Para esos tíos resultaba más fácil enfadarse que obedecer. 


Entre esas personas siempre me topé con  vidas familiares difíciles , algunas durísimas durísimas,  en las que el niño que fue ocupa un lugar jodido ( permítanme la expresión) desasosegante , y en el que aquellos niños no tenían ningún adulto de referencia o, si lo hay, queda oscurecido por el peso abrumador de otras personas o de otras circunstancias.


Me refiero a separaciones traumáticas, relaciones nocivas de posesión de padres egoístas, o escándalos que no vienen al caso.


Esas personas , cuando se enfrentaban a una autoridad - reflejo de aquella otra- siempre se ponían muy burros. Y ya no digo cuando trabajaban en lugares ideológicamente contrarios a su manera de pensar o de ver la vida. La doble vida les hacía seres poliédricos, raros.


Eso lo viví muy de cerca cuando me tocó dirigir personas. Pero fue en un colegio que fui nombrado  subdirector   donde eso lo viví muy de cerca.


¿Qué haces con una gente que no comulga con el ideario , sea éste el que sea?¿ Cómo embridas a gente que vive en las antípodas de criterios morales que allí se enseñan?, ¿ qué razones das para motivar a un señor que está allí sólo porque no tiene otro lugar donde caerse muerto?


Uno de ellos, hablo del colegio , había sido el subdirector anterior a mi. Un tipo extraño, esquivo, que había estado en el cargo , incomprensiblemente, dirigiendo con criterios de acepción de personas, de amiguismos. 


Cuando llegué nuevo supe que ese hombre iba a ser "el obstáculo".  Intenté por todos los medios encajar con él. No había forma. Era muy desconfiado. 


Una mañana hablé con él a calzón quitado. No paré hasta que , acorralado por mis sinceros argumentos de salvarlo de un naufragio seguro ( fue despedido al año siguiente) me dijo, casi llorando:


- Me resulta muy incómodo trabajar para alguien que ha usurpado mi puesto (aquel hombre no entendía su cese), y me pregunto continuamente si necesito que alguien pruebe mi comida antes que yo.


Una metáfora inquietante sobre su manera de verme , y que me hizo comprender que no había nada que hacer.





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