Galicia tiene biografías de gente muy dura.
En un verano después de la guerra , bajo un calor de fuego que asaba a los pájaros en el aire, una mujer andaba por la linde de un camino descarnado y polvoriento de Pontevedra con un hatillo en la mano. Se sucedían rastrojos,eriales estepas , calveros desmontes, trigales segados envueltos en un engrudo de luz quemada.
Aquella mujer iba en busca de su hombre que estaba en la cárcel, condenado a muerte.
Después de ir en trenes y autobuses de horarios imposibles , caminar varios días llegó a la prisión de Ocaña y allí el funcionario le dijo que el preso había sido destinado al penal de Chinchilla. El paisaje calcinado por un sol rabioso se perdía en el horizonte y hacia ese confín de la Tierra caminó aquella mujer con gesto decidido y concentrado.
Al llegar al penal de Chinchilla tuvo que esperar en la puerta tres días hasta conseguir un permiso de visita. Antes de entrar en el locutorio un alguacil le hizo saber que su hombre no figuraba en la lista de los reclusos. Después de repasar varios expedientes mugrosos le dijo que su hombre estaba la prisión de Cartagena.
Dormía de noche en los barbechos del camino y le servía de cabezal el hatillo que llevaba atado con varias vueltas de cuerda
Al llegar a Cartagena, la mujer del preso tuvo que esperar otros tres días en la puerta de la cárcel. Le atendió el subdirector , de pie en un pasillo desconchado ,y le leyó , anónimo e impersonal un oficio donde se decía que el hombre que ella buscaba había sido ejecutado esa misma madrugada.
La mujer no lloró.
A pleno sol, junto a unos rastrojos del camino , deshizo el petate , que se componía de un traje negro, de unas medias de algodón negras y de un pañuelo negro para la cabeza; se quitó el vestido de lunares rojos que llevaba, el mismo que había enamorado hasta la locura a ese hombre, se vistió de luto y con la cuerda en la mano atravesó el mismo horizonte de ardiente soledad y sudorina para volver a casa.
Estos paisajes saben del dolor de una mujer aún perdura en ellos como un latido que emite los sollozos de la fosa aséptica del mal en el mundo.
Sobre esa gente se ha construido este país.
( Esta foto la hice en Tamahú. Una anciana venía a misa descalza un día de lluvia desde una aldea a varios kilómetros).
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