La historia la leí de Joseph Ratzinger en su libro "Cooperadores de la verdad – Reflexiones para cada día del año"
«Jehel, un joven muchacho, entró llorando precipitadamente en casa de su abuelo, el famoso Rabí Baruch. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras se lamentaba: mi amigo me ha abandonado, ha sido injusto y poco amable conmigo.
- Vamos, vamos, ¿no puedes explicármelo más despacio?, le preguntó el maestro.
- Sí, respondió el pequeño. Hemos jugado al escondite. Y yo me he escondido tan bien que mi amigo no ha podido encontrarme. Así pues, ha dejado de buscarme y se ha ido. ¿No ha sido antipático ?
Todos hemos pasado esa experiencia. El más bello escondite ha perdido su belleza, y esa expectación gozosa de esperar que no te descubran. Y resulta que el amigo, harto ( porque parte de la gracia de jugar al "escondite" está en salir de vez en cuando de él para salvar a los prisioneros) ha interrumpido el juego. Sencillamente, se larga.
Sigue Ratzinguer:
"En ese momento el maestro dijo: sí, eso es muy poco cortés. Pero, ¿sabes?, lo mismo ocurre con Dios. Él se ha ocultado y nosotros no lo buscamos. Imagínate lo que esto significa: Dios se ha ocultado y nosotros no lo buscamos ni siquiera una vez...»
Bueno...se ha ocultado, y algunos lo buscan aquí y allá. Y sigue sin aparecer. Y mientras andas hurgando entre la maleza, olfateando como un perro su huella, yendo de aquí para allá...vas haciendo prisioneros aburridos en una cárcel de la que nadie viene a salvarles....
Y se hace de noche. Y sigue sin aparecer....esperando que surjas corriendo de no se sabe dónde , y nos salves.
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