martes, 3 de mayo de 2022

VIENDO CANTAR A UNAS NIÑAS CON SU ABUELA Y SU BISABUELA.

Me envían unos watsaps  de las hijas de mis sobrino . Salen cantando junto a su bisabuela, mi madre, y su abuela, mi hermana. Me aterra su fragilidad y me enamora. 


Les observo con la quietud con la que miro algunos animales. Con miedo a espantarlos, a que se asusten, a que den un salto y se aleje de mí. Yo no soy padre, y es algo que no siento como carencia. Pienso que no hubiese sido un buen papi.


Quiero estar en todas partes. Quiero habitar el corazón de los que amo , incluso a los que no están ya, para siempre. Nos separa el tiempo. Yo me iré algún día y ellos se quedarán aquí, con sus historias  y sus meteduras de pata,  y sus mellas y esas risas y cantos que nunca olvidarán. 


Veo cantar a su abuela, mi hermana. Ser padre es la coreografía de un adiós.


Antes de dejar definitivamente el opus dei decidí ir solo a Fátima tres días. Quería rezar o, mejor, ponerme en manos de nuestra Señora. Tenía pánico a vivir solo lejos de lo que había intentado ser durante 27 años, y que salió tan mal.


En Fátima me sucedió algo que nunca he contado. Uno de los días me crucé con una chica joven que andaba por allí. Coincidimos en una ceremonia en la explanada. Y al terminar ella me invitó a su casa. Era portuguesa.  Encontré  un apartamento muy pequeño, y  su habitación , minúscula, con un colchón en el suelo , las ventanas cerradas, y repleta de velas , un altar con la Virgen, y una foto del padre Pío.


Me contó su historia, algo desquiciada. Hablaba con melancolía, alargando cada sílaba, con ese cansancio dulzón de los portugueses. Estaba buscando refugio en esa tierra. De repente, caí en la cuenta de que   también estaba en huida. De mí mismo. De una vocación astillada. De un amor que reventó de tanta mentira. Agradecí su invitación y decidí marchar.


A veces pienso que fue un milagro que la historia no fuese a más.. 


Yo deseaba crecer rápido con tanto ahínco como ahora deseo regresar sobre mis pasos. Nos giramos en la vida como los enfermos en sus camas. O como ese adolescente enamorado que escribe el nombre de su chica en el papel pintado de su habitación.  Nunca estamos cómodos porque las cosas también duelen por dentro. 


Quiero que estas niñas que cantan con su abuela, y su bisabuela sean un pájaro, con su trascendencia azul. Quiero ser todas las cosas bellas que estoy dejando tras de mí, en este camino agostado, sobre este lomo del burro que soy.







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