Me cuenta mi madre que de chaval mis tíos me ataban a la pata de una mesa para tenerme cerca. Era un rabo de lagartija. No paraba quieto.
Mi padre me advertía "¿ qué piensas que vas vivir toda la vida así?...fuma , fuma, bebe, acabarás fatal". Y yo lo miraba y pensaba ¡" abuelo, soy inmortal! Y de verdad pensaba que lo era...
Incluso bromeaba a los catorce años con la salud de otros. Veía a una persona que había sufrido un ictus y comentaba a mis amigos " , ¿veis a ese tío?...eso le pasó por estudiar mucho"....y reía a carcajadas mi estúpida fatuidad.
En aquellos años de inmortalidad era capaz de zamparme un manojo de guindillas como si fuesen cacahuetes y sonreír sin echar una lágrima.
Mi madre me reñía al comer " ¡ quieres masticar, hijo, ¡mastica la comida, por favor!...¡tú no comes, ¡echas cosas por el agujero de la cara!
- ¡No puedo! - gritaba yo, de pie.
-¡Tienes que masticar la comida! ¿ Para qué tienes , si no dientes?
- No lo sé. ¿ Para qué ?
¡ Ay tiempos de inmortalidad! , cuando me miraba desnudo frente al espejo ( de mi casa , claro) y pasaba horas haciendo bola y posturitas.
Hoy me miro en el espejo y veo lo que se llaman "las asas del amor", dos rollos de grasa que me salen al sentarme , o gruño al levantarme del sofá " ¡aínssssss!!" porque hay un algo en la cadera que recuerda los ejercicios ignacianos ( llegarás a la otra orilla braceando y morirás en la última playa) ...o bajo las escaleras , ¡ Dios mío, yo, el inmortal!, apoyando las dos manos en la barandilla.
Han pasado ya dos años, precisamente hoy, desde que se fue nuestra Asun; Asun Balonga. Y yo la echo muchísimo de menos. Pero muchísimo.
ResponderEliminarY la imagino allí donde esté, cantando la marsellesa, reclamando pan y justicia, perfumándose el pelo y diciendo aquello de "el sol es la joya más preciosa que puedes ponerte cada mañana"...
Rezo por ella. Por todos. Y espero poder encontrarla algún día.
Vivamos mientras tanto, Suso. Que no es poco. Y que nos esperen...