miércoles, 8 de abril de 2015

OTRA VEZ.

Ayer devolví el coche de empresa , dejé las llaves, y me despedí .

Bien. Otra vez esa sensación de volver a empezar. Perdí  la antigüedad y probablemente me quedo sin derecho a cobrar el paro. Y todo por mi mala cabeza, por querer estar y no estar. 

Voy en el autobús. Los autobuses son tristes.  O yo estoy triste.  ¡Qué esfuerzo vivir en este ambiente de una morosidad melancólica y adormecida!  Pienso en el dinero. ¡Habrá que regresar a Tamahu!. Una señora mayor  sube y se sienta a mi lado. Tiene una mirada de lana, tierna y apelmazada. Sonríe. Rezuma dignidad.

Yo la sonrío con cara de chucho. Si me da una palmada en la cabeza le saco la lengua y le ladro ,¡guau! , simpático y zalamero.

El dinero: hace unos días lo depreciaba, y me parecía perverso y malvado. Hoy me parece que , oye, soy favorable. Un poco, vamos. El dinero es como un perfume, crees tenerlo, y ya ha desaparecido. Es huidizo, tímido, como el invitado  que se va de casa sin despedirse...sales a la puerta para estrecharle la mano y ...¡coño, se ha ido!

Ser pobre aquí, sabiendo que eres rico allá. Como aquel limpabotas negro que presumía de ser un Rey en su tribu  en Nigeria. El dinero es inaferrable, se escapa de las manos.

Ser pobre es también  pedir habitaciones en las casas de los amigos.


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