sábado, 25 de abril de 2015

UNA VALLADOLID INSOSPECHADA

Hay una Valladolid  que hay que  descubrir.

Ahora que vivo en el centro encuentro matices nuevos en la luz, en la caligrafía de sus calles, o en la nocturna claridad de alguna de sus plazas. Hay madrugadas finas, de una palidez rosada naúfraga  de estrellas. 

El alba tiene una suavidad indecible, silenciosa y flotante desde mi habitación, que da a un enorme patio interior. El silencio es denso. Es la hora en que los enfermos duermen fatigados.

Durante el día veo asomarse a las ventanas de enfrente  mucha gente mayor. Esta ciudad está poblada de caras preconstitucionales, gente que sobrevive y que se bebe la soledad a sorbitos.

A veces hay una claridad de domingo por las tarde cuando es miércoles, o jueves. Ya entiendo lo que quiero decir. Son horas para pasear de jubilados. hechas adrede para la contemplación.

El casco viejo de Pucela es una delicia pasearlo por ese laberinto de calles estrechas que forman plazoletas minúsculas, de una gracia singular.

Recomiendo un paseito por este Valladolid  de finuras y sorpresas  en la paleta del buen Pintor.

EN LO SECRETO.

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