jueves, 4 de junio de 2015

GOURMETS DE MEDIO PELO.

Conforme pasan los años la gente se refugia en la comida como casi único placer de la vida.

Siempre que uno esté entre los que tienen más comida que apetito.

El auge de estos programas gastronómicos , que no sigo, llama la atención . Emerge una nueva cultura  que a mi me parece  bastarda, de nuevo rico, maquillada de estupidez, y algo obscena. No soy de comer bien  porque no distingo sabores, así que  eso que gano.

O eso que me pierdo.

Escucho en el AVE a dos emperifollados , mientras se zampan un menú en el vagón restaurante:

- Comer allí es una emoción estética- dice un pancha contenta con rostro abotargado y pinta de mesonero cervantino.

¿Qué significa una "emoción estética" cuando habla de comer?. ¿Los colores de los manjares, los olores de las viandas, el gusto al saborear  los caldos...?

En este país de gilipollas, donde todos somos listos y nacimos enseñados, esta nueva clase social de nuevos ric@s  te puede sorprender con una frase así en el Restaurante del AVE Barcelona- Madrid mientras echa cosas muy raras por el agujero de la cara.

- La cocina cuando es arte no se puede congelar, es como follar, un arte del momento, que se consume ardiendo y bien caliente- dice el otro.

Miro al autor de esta perla, un  esclavo con contrato  indefinido. Y lo miro  con desprecio absoluto. No creo que sepa de qué habla cuando dice "follar". 

En realidad no debería sentir ese desprecio cuando has estado en sitios como las aldeas de Tamahu, y has visto que "la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido". Debería sentir  compasión por estos porcinos.
----------------
EN LO SECRETO

5 comentarios:

  1. „ACABO DE PROBAR LAS ESTRELLAS“

    Se cuenta que Dom Perignon, que fue un monje benedictino que en pleno barroco inventó el champán, cuando lo probó por primera vez llamó a sus hermanos del monasterio y les dijo: „Acabo de probar las estrellas“. A eso lo llamo yo una experiencia gastronómica estética. Pero si a Dom Perignon se le pudo ocurrir esa metáfora es porque previamente ya se había detenido a contemplar las estrellas. Es decir, no fue el champán el que le descubrió las estrellas, sino que fueron las estrellas las que le descubrieron el champán. No fue la gastronomía la que le abrió las puertas de la belleza, sino que fue la belleza la que le abrió las puertas de la gastronomía. Si uno va buscando saciarse de experiencias estéticas –ya sean culinarias o de cualquier otro tipo– sin que antes su alma se haya conmovido y se haya sentido ANONANADA en la contemplación de una belleza que le supera infinitamente, entonces –como les sucede al ventero y al lacayo de la entrada de hoy– no hará otra cosa que manosear y mastiquear y ensalivar y engullir los presentes que la belleza le ha hecho en vano. Por eso, cuando los de Freixenet se apropiaron de la metáfora de Dom Perignon que asociaba el champán con las estrellas para sus anuncios comerciales, la echaron a perder, porque no entendieron de qué „estrellas“ estaba hablando el monje.

    ResponderEliminar
  2. Para los de Freixenet, estrellas son lo que brilla, lo que lanza destellos aunque sea en un mundo de risas de cartón. Para Dom Perignon, estrellas son lo inalcanzable y eterno, pero que por un momento nos hace el regalo de venirse hasta nosotros... para llevarnos consigo: la efervescencia en el paladar no es la sensación de que el fluido se deshace en nosotros (eso es lo que sentimos al masticar, chasquear y tragar cualquier cosa), sino que es la sensación de que somos nosotros quienes nos deshacemos en el éter donde habitan las estrellas. Etimológicamente, „éter“ significa „aire puro“, es decir, aire que aún no ha sido respirado por nadie. Eterizarnos es purificarnos: la gracia de ser convertidos en aquellos que con su presencia no manchan. Esto es lo que experimentó el monje la primera vez que el hombre probó el champán. No porque el champán le descubriera esa experiencia de gracia transformante, sino porque en el champán él reconoció la expresión metafórica de esa experiencia que él ya había tenido o sobre la que ya había pensado, quizá en forma de sentimiento de anonadamiento al contemplar las estrellas.

    ResponderEliminar
  3. No hay que avergonzarse de comer bien y en buenos sitios sino, como todo, de su ostentación que siempre revela mal gusto y falta de confianza en uno mismo.

    ResponderEliminar
  4. Debía correr el año 1.983 o tal vez el 84, cuando en los suplementos dominicales de El Pais comenzaron a aparecer artículos sobre vinos (¡perdón! quise decir caldos), en los que, de forma quasi reverencial y sin parvedad de materia se exponían diversos y atinados consejos, directrices y conjeturas diversas sobre cosechas (¡perdón! añadas), comarcas vinícolas (¡perdón! lease zonas de denominaciones de origen) y de esta manera, el otrora sociata de americana de pana, lanzose en desordenada carrera en pos del "savoir faire comme il faut" De tan nefastas lecturas hasta el encaminarse atolondradamente a la sección de artículos de regalo de El corte Ingés a comprar un decantador hay un paso; cueste lo que cueste: ¡será por dinero!

    Sorprendentemente, el paisanaje dejó de chumar claretes y comenzó a "realizar catas de rosados" en aquella democracia que nos dimos a nosotros mismos. La frasca y el vaso de vino llamado chato fueron abolidos y anatemizados al ser identificados con tantos años de represión en aquella España de charanga y pandereta. Su lugar lo ocuparon la botella bordelesa y la copa de fondo redondeado para ayudar a que se desarrolle su aroma. Por otro lado, la parte superior debe finalizar en forma cónica hacia el interior para mantener la esencia. Debo añadir que el talle ha de ser lo suficientemente largo, de no ser así, calentaríamos el vino con nuestras propias manos ¡blasfemia! Dicho de otro modo: copa AFNOR que corresponde a la Norma ISO 3591-1977. Pa los de la LOTSE, AFNOR es Association francaise de Normalisation. El exclamar, después de echarse un buen trago al coleto: ¡está superior! pasó a considerarse un slogan fascista. Cuanto mejor es mirar al trasluz la copa y su contenido, agitarla levemente de forma aleve con una mirada concienzuda y de enterao y si el camarero se asusta y nos pregunta si está picado bastará con que le digamos que estamos realizando un previo analisis visual. Aluego meter la nariz dentro de la copa, no para oler si no para apreciar la intensidad aromática y sentir la expresión del caldo y sus matices más o menos afrutados. ¡Ojo que pueden aparecer aromas terciarios! Después todo se complica y, dependiendo del estilo y creatividad de cada cual, habrá quien lo mantenga en la boca, hinchando sus carrillos, otros cerrarán los ojos alcanzando un extasis ¿enológico? que ni Bernini llegó a imaginar y finalmente se deberá comenzar una conversación mencionando el bouquet, su retrogusto y su persistencia, sin esparramar la mirada en el culo de cualquier parroquiana que tengamos cerca.

    Haber iniciado el ataque a un cocido como Dios manda (¡perdón! quise decir bien balanceado) que nos hayan servido (¡huy! emplatado) y decir que está riquísimo va, mayormente, contra la ley de la memoria histórica. Substituir tal juramento por una mención atinada sobre su textura nos alejará progresivamente de cualquier ademán preconstitucional.

    Aún recuerdo al bueno de Lisardo en su bendito bar, llenando a la vez 20 vasos de chatos sobre un mostrador eternamente mojado, con carteles de corridas de toros en las paredes y un cartel que presidía el bar y que decía: Dice Lisardo que, pa desgracia del señor cliente, el vino es a vente. ¡Echa otra ronda, castrón! le gritábamos, mientras él emplataba unas aceitunas de tapa con una sola mano. Cierto que la puerta abierta de los urinarios nos impedía apreciar el retrogusto de forma razonable pero aún no estaban superadas aquellas secuelas del franquismo y había que se joder. En todo caso en aquellos bares todo el mundo reía y algunos cantaban. Gracias a la madurez de los españoles, la tolerancia y el minimalismo y su puta madre van quedando menos bares de "aquellos" y cuando veo a un fulano con bolso de mano entrando en un garito que puede ser una clinica dental, un espacio plurifuncional, multipropuesta o un bareto, me pregunto si dentro de ese bolso se esconde un termómetro para caldos o un paquete de compresas.

    Diogneto

    ResponderEliminar
  5. A las numerarias auxiliares, sirvientas de toda la vida, ahora se les llama: dietistas.

    ResponderEliminar