De vez en cuando comenta alguno mú fadado , y no se corta un pelo.
No acostumbro a publicarlo.
Ayer me llamaba hijo de puta, y me hacía considerar de una manera un tanto salvaje que ya me valía con el tema de la entrada de ayer, y la charla coloquio sobre Manuela y la evolución de su enfermedad.
Y creo que tiene razón. Ya me vale. Incluso en lo de hijo de puta, que me lo ha dicho tantas veces que hasta me lo creo.
Así que la he eliminado, del mismo modo que no impartiré charla alguna sobre ese tema.
Hay muchos duelos dentro de una ausencia, y todos respetables. No supe entender eso.
Y ahora me toca ir por el templo del Barullo dando la paz...
EN LO SECRETO.
La vida es un enorme rompecabezas, donde la mayoría de las piezas entran a presión. Algunas veces, sentados en una sala de espera; nos miramos entre nosotros con la esperanza de contarnos un cuento, una vivencia.
ResponderEliminarAyer conocí a un chica preciosa a quien le faltaba un brazo. Un accidente en un ascensor con tan solo ocho años.
Coincidimos en un hospital, esperando.
Su hijo estaba ingresado muy grave; y mi hija también.
A la chica la vida le había zurrado bien. Marido drogata que pega al niño, niño que peta e intenta suicidarse, orden de alejamiento del marido y Asuntos Sociales intentando proteger al niño.
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A media tarde apareció la banda del Príncipe. Tres hombres alterados, golpeando puertas y dando patadas a las paredes. El padre y dos colegas dispuestos a tocar los cojones.
Los ATS hicieron su trabajo y no les dejaron pasar.
Hable usted con el juez. Nosotros tenemos órdenes de que no se moleste al niño.
Y la emprendieron con la madre; seis brazos fornidos contra un brazo de madre. Demasiado para mi paciencia.
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Se levantó un abuelo cebolleta para defender a la madre, obligándome a mí a sacar a uno de los monstruos que albergo, para meterme de lleno donde nadie me había llamado.
Al final los seguratas intervinieron; y tras proferir mil maldiciones, el padre se marchó a por su metadona.
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La madre se tranquilizó y agradeció nuestra intervención.
Nada de aquello hubiera sucedido si aquella mujer no nos cuenta su historia o si no la hubiéramos escuchado.
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Nos necesitamos.
Tal vez cometamos errores al hablar, al escuchar o al coger a un padre drogadicto por el cuello.
Pero una cosa veo clara. Mientras que los más débiles salgan beneficiados, nadie debe decirnos qué podemos contar, qué milonga hacemos aquí o qué prejuicio conviene rociar con gasolina.
Si tu historia ayuda a una sola persona, es una gran historia.
Por muy hijo de la gran puta que te sientas.