Empieza a suceder más veces de la cuenta.
Me levanto, rezo el Oh señora mía, me cepillo los dientes, me afeito, me ducho, un café...y hasta aquí todo ok..
Tengo que pasar dos días fuera . Hago la maleta: dos camisas, dos mudas (¿quién puso ese nombre a los calzoncillos?, ¿alguien normal puede llamar "muda" a un calzoncillo?), dos pares de calcetines, una corbata, un neceser...).
Bien, ¡a trabajar!.
¡Alto ahí!. La crema para los pieses. Abro la maleta. Introduzco la crema...¡coño!, ¿qué eso que sale por allí rodando porcima de la colcha?...¡ahá!, ¡ el cepillo de dientes que saltó del neceser!. ¿Cómo pudo escapar de esa foma el cepillo de dientes? Bien, el caso es que lo atrapé. ¡A la maleta!
Cierro, avanzo a la puerta.
¡Quieto parao!: ¡los billetes del AVE!
¿Dónde los dejé?. Diez minutos después de buscar y rebuscar caes en la cuenta que están en el coche, en la guantera, Pero, mientras buscabas y rebuscabas, te topaste con algo que estaba dentro de la maleta y ahora está fuera. Un bolígrafo. ¿No estaba dentro ese boli?.
Es el efecto Stephen King, pasan cosas raras. Que se mueven de lugar, que antes estaban fuera y ahora están dentro, Braguetas que estabas convencido de haber cerrado, y ahora están abiertas de par en par, dum dum, quién es, ¡abre la muralla!. El Federico que está con la puerta del congelador a medio abrir, con la luz inquietante parpadeando.
Mi mente se autodestruye. Es la edad. Mi casa se reorganiza solita, independientemente de mis deseos.
Antes de cerrar el federico, decido tomarme un zumo de naranja. Luego cojo la maleta y mi cerebro dice:
- ¡Hey, Suso: ¿dónde dejaste las dosieres de la empresa?
Busco primero en mi mente, pero mi mente está lost. Vuelvo, revuelvo, arriba, abajo...¡coño!, ¡mira dónde están! , ¡las olvidé dentro del frigorífico!
¿Por qué tanto viaje angustiado de aquí para allá?, ¿Por qué qué el salmón nada río arriba?, ¿cuál es la ley que prohíbe quitar la etiqueta a los edredones?, ¿por qué Rajoy batió el record de Zapatero?
Son preguntas cósmicas, nadie conoce la respuesta. Probablemente ni Dios, que si le preguntas contestaría "¡y yo qué sé!".
En este punto ves que se hace tarde, tanto por la mañana, como en tu vida.
Vuelves a la puerta principal...¡coño, la maleta!.
Lo imperfecto es bonito, de verdad. Y es ejemplar lo bien que aceptas todo lo que te pasa. Salud mental!!
ResponderEliminarHola Suso, no sé si lees los comentarios a las salidas anteriores, pero me quedé atrasada y estaba poniendome al día.
ResponderEliminarMe has hecho reir con algo que en esta temporada más bien me deja de continuo acojonada...
Por cierto es la edad, pero... quizá también los duelos, a mí me parece que me pasa más a menudo desde cuando se murió mamá.