viernes, 5 de junio de 2015

UN PEAJE.

Nacer con el olfato muy desarrollado debe de ser algo dramático.

Sé de lo que hablo. Mi padre, que poseía una pituitarias de una sensibilidad nasal muy delicada, gustaba de comer los pieceitos y los deditos de sus hijos...hasta que llegué yo.

Sólo le oí blasfemas una vez, y fue por la olora de mis pies:

- ¡¡¡¡Ustiéééé!! - gritó al entrar en mi habitación.

El tío pensaba que lo hacía a idea.

Una buena amiga , guapa de esas que hasta los perros y los gatos se dan la vuelta para verla, la primera condición que pone en una relación son la feromonas del macho. Para ella, si no huele bien, ni regalado, ya tenga  el candidato virtud, carácter, talento, y posición.

Entiendo que para esta gente el olor ,o el mal olor, no lo camufla un perfume, sino que es cosa de una combinación   con la transpiración de la piel, las células olfativas que subyacen en el fondo del cuerpo, el aliento... 

Una pena tener esta sensibilidad extrema que pone una frontera con un peaje muy alto para poder acceder al interior de una persona.
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EN LO SECRETO.

1 comentario:

  1. UNA HISTORIA REAL

    Tengo un compañero de trabajo, o ex-compañero de trabajo, persona excelente y campechana, y también con obesidad. La obesidad no es un problema para los demás: basta con no mirar, e incluso a algunos, o a muchos, les reconforta la visión de personas más adiposas que ellas. Pero la obesidad conlleva exceso de sudoración, y por tanto emisiones de olores desagradables.

    Bueno, yo eso nunca lo noté, o si lo noté no reparé en ello. Pero a sus compañeras de departamento (afortunadamente yo estoy en otro), unas repelentes pijas rematadas, eso les molestaba. Hablaron con la jefa de su departamento (una mujer en quien la sofisticación pasa ya a ser trastorno psíquico), la cual, tras decirle a la cara „apestas“, le impuso elaborar un protocolo en el que tenía que anotar cada día lo que comía y cenaba y a qué hora se duchaba. Hay que saber además que mi compañero es padre de familia con cuatro hijas. Lo humillaron de tal modo que perdió toda autoestima, y un día, volviendo en coche a casa, trató de suicidarse estrellando su coche contra un árbol: le pareció la consecuencia lógica de la premisa de que quien no vale nada no merece seguir viviendo. Cuando se recuperó fue a visitar a un abogado, y por consejo del abogado se hizo dar de baja por depresiones. De esto hace ya dos años, y no se ha vuelto a saber de él.

    El evangelio dice que hay gente que ve la paja en el ojo ajeno pero no advierte la viga en el propio. Adaptando la sentencia, diremos que hay gente que se siente molesta por un supuesto malolor ajeno y no se da cuenta de que, quienes realmente apestan la tierra, son ellos.

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